Relato de una Pareja de Psicósociosádicos.

 Relato de una Pareja de Psicósociosádicos.

La vuelta del restaurante se hizo tediosa y tensa, ambos mirábamos por la ventanilla correspondiente. El olor del habano que fumaba me hizo revolver el estómago.

En la calle los transeúntes paseaban lento y con un son que me hacía pensar en aquellos días de lluvia, viento y nieve, cuándo caminábamos abrazados y enamorados por las caminos de la ciudad.
Recuerdo que el olor que ahora me atormenta, me era para aquél entonces dulce y armonioso.
En ese momento me miro, cómo solía hacer. Sentí que la pasión recorría mi cuerpo y me hizo desearle una vez más. Aunque hacía tiempo que ya no yacíamos juntos, y no iba a ser yo la que buscase el calor de su cuerpo.

Revisé mi móvil, esa acción le ponía de los nervios. De alguna manera buscaba que perdiese el control cómo solía hacer y tirase ese maldito puro. Puso el cigarrillo en el cenicero portátil. Me quito el móvil suavemente. Sorprendida por su calma me quede quieta a la expectativa de unos de sus arranques emocionales.

Un, a quién ibas a llamar, salió inesperadamente de su boca.

II

Revisé la herida del brazo. Aún me dolía por la torcedura violenta que me había infringido en el trayecto de vuelta a casa. Ya se me pasará, recuerdo que pensé. Busqué en el botiquín de primeros auxilios y me vende el brazo. Acto seguido me tomé la medicación pertinente. Verifiqué que me quedase lo suficiente para el resto del mes e hice lo propio con las medicinas de él.


III

Sentada en la cama, no podía dejar de leer el maldito mensaje de texto que me había enviado. Me estaba abandonando, no por nadie, ni por nada, sólo por él.
Se acabó, se leía en el dichoso mensaje. Y yo sentí ganas de llorar. ¿Porque siento ganas de llorar?, me pregunté, ¿Por qué?, si todo se acabó. Los problemas de mi psiqui se deben a la terrible empatía que he desarrollado durante estos años. A eso debo añadirle, una psicopatía latente, ligado con un principio de sociópatia y un sadismo que brota de lo más profundo de mi ser.
Me supuse que era él quién lloraba. Quise llamarle pero me resistí.

IV

El sueño profundo no me dejaba salir de la cama, el teléfono de casa no paraba de sonar. Los párpados no se mantenían abiertos. Me levanté casi a rastras.
Puto sonido, me taladraba los sesos, ring, ring, ring, insistente y odioso, maldita sea.
Sí, apenas pude contestar.

V

Esperé en ese café que tanto nos gustaba. Pensé que no iba a venir. Así que pague la cuenta y me dispuse a salir de allí.
El dolor del brazo me hizo darme la vuelta. Era él.

Preguntó lacónico y sin prisas, si le había llevado el maldito bote de medicinas. Se sentó en la silla metálica y revestida por un cojín color vino tinto.

VI

Esa mañana el sol caía suavemente sobre las copas de los árboles. El cántico especial que emanaban los jilgueros hizo que abriese mis ojos.
Gire mi rostro y contemple su cuerpo desnudo que dormía plácidamente a mi lado. La tez blanca de su piel desprendía un brillo especial. Me acerqué despacio. Junté mi piel con la suya.
Le susurré al oído su nombre, mientras le otorgaba un pequeño beso en la mejilla. Apenas parpadeo. Aún seguía dentro del sueño. Con la punta de mis dedos le acaricié el rostro. Volví a susurrar su nombre. Seguía en la profundidad del sueño. Observé su delicada piel durante unos instantes, su rostro era perfecto, el olor de su pelo corto y negro me hacía entrar en una ensoñación ligera y suave. Estuve así durante un rato, no me cansaba de apreciar la curvatura de su cuello, con esa nuez tan pronunciada y puntiaguda. Lo hacía viril y deseable. Me excité ligeramente.
Le volví a dar otro beso, esta vez en los labios. Un pequeño gemido emergió de su interior. Empezaba a recobrar el sentido de esta realidad. Insistí en su nombre nuevamente. Apenas abrió los ojos. Me incliné encima de su cuerpo haciendo que nuestros cuerpos se unieran en uno solo.
Ese gesto hizo que abriese los ojos totalmente, aunque todavía se notaba que estaba dentro de la ensoñación. Deslizó su brazo por encima de mi cuerpo. Me atrajo hacia él. El placer que me ofreció, hizo que me llegase hasta la sangre. Sentí cómo un impulso eléctrico recorrió todas mis terminaciones nerviosas. Buenos días, musitó. El calor de su aliento me rozó el rostro. Amaba aquél olor, dulce y almizclado. Le contesté igual de suave y tranquila. Reposé mi cabeza sobre su pecho, deslicé mi mano sobre su abdomen. Empecé a contarle las costillas. Retiro mi mano de su tórax y se la llevo a los labios besándola con el más exquisito de los besos.
Las campanadas del reloj de la iglesia marcaban mediodía. No me importó lo tarde que era, ya que ese día nada teníamos que hacer. Sólo amarnos hasta al anochecer. Amarnos de diferentes formas. Amarnos en la profundidad del pensamiento, amar cada centímetro de nuestra piel, amar cada sonido que emergiese de la voz del otro, amar el desespero y la entonación de querer que nuestros cuerpos se descontrolaran y ejecutaran todo aquel que interrumpiese la necesidad del otro.
Empezó a jugar con mis dedos, dándole pequeñas caricias con sus labios.
Yo le dejé hacer, me encantaba que amase todo de mi cuerpo. Suspiré. Así estuvimos, mientras mis pensamientos se mezclaban con los suyos. Ligeros y suaves. Una mescolanza de deseo, necesidad y sentimiento. Un sentimiento, infinito, que nada tiene que ver con el amor que conocen los humanos.
El primigenio que estaba a mi lado, se convirtió en ese ser que tanto amaba, en ese ser que me hacía temblar y que mi corazón marcase un ritmo acelerado y frenético. En ese hombre que me desvirgó con la mirada aquella tarde calurosa y húmeda de aquel mes de abril. Me humedeció todos los dedos con su fluido salivar, y así cómo cada uno de mis dedos se impregno con su liquido, se fue bañando todo mi sexo. Su cuerpo aunque excitado no presentaba signos evidentes de ardor. Mi yo interior sabía que no íbamos a sucumbir al deseo, porque, aunque todo mi cuerpo estuviese preparado para el amor, él iba a dejarlo pasar, así le gustaba a él, y a mi me enloquecía. Ese deseo ferviente que emanaba de forma constante y que no nos dejaba pensar en otra cosa, nos hacía vivir el sexo de forma ardiente y ligera. Esa forma que hacía que mis sentidos viajaran a las constelaciones más lejanas, haciendo que mi mente se liberará y llegase al clímax universal.
El timbre de la puerta nos sacó de nuestra ensoñación. El ama de llave con el desayuno, tal cómo lo habíamos encargado esperaba tras el umbral.
VII

El olor y vapor del café, se introdujo por mi sentido olfativo. El desayuno ligero cómo nosotros se dejaba ver encima de la mesa de la terraza.
Los arboles se mecían con la brisa ligera y suave del viento.
Los jilgueros seguían cantando y volaban entre las ramas. Parecían pequeñas familias en comunidades vecinales.
Recuerdo cuándo les creé. Nada tenía que hacer, sólo estaba con mis primigenios y nada más, a ellos les dí aliento y vida, y después de eso me dediqué a crear otras razas, entre ellas las aves o mejor dicho todo aquél ser que tuviese alas.
Esa vez que nada tiene que ver con el tiempo, aquella vez que nada tiene que ver con el espacio, ese día que no existe porque no los había, estuve allí con ellos, pensando en la mejor manera de crear un sentido que nos diese una necesidad y un objetivo a nuestra existencia eterna y vacía.

Me llevé con delicadeza a la boca, una de las tostadas con mantequilla y mermelada de guayaba que me ofrecía. Me encantaba el sabor de la guayaba, me encantaba tomarla así de forma dulce y espesa.
Apenas le dí un pequeño mordisco, la deposité en el pequeño plato blanco que reposaba ante mi.

El tomaba un zumo de pomelo. Nunca he podido comer esa fruta aunque lo he intentado en varias ocasiones. Admiraba que pudiese ingerirlo cómo si se tratase del más exquisito manjar.
Una corriente de aire agitó mi pelo. El sonrió y yo ame su sonrisa, perfilada, con esos dientes tan magníficos que adornaban el interior de su boca. Me encantaban la idea de que le gustara el vaivén de mis cabellos.

Estiró el brazo y empezó a jugar con mi pelo, mechón a mechón, explorándolo con los dedos, las manos, el olfato.
Uno de los jilgueros se posó encima de la mesa.
Se acercó a mi dando pequeños saltos. Entonces pues desprendí un trocito de pan de mi tostada, y se la coloqué delante de él. El pajarito empezó a picotear el alimento. Esa escena me enterneció de forma inigualable, sentí en ese momento el deseo y la necesidad de crear. Giré mi rostro hacia él.
Quise besarle en los labios.
Me acerqué poco a poco cómo si fuese una película y la estuviésemos rodando en cámara lenta.
Junté mis labios con los de él, sentí cómo su lengua se introducía en mi cavidad bucal, se mezclaba con la mía y empezó a juguetear. No pude evitarlo y empecé a sufrir contracciones en el interior de mi intimidad. Él enseguida se dio cuenta y deslizó su extremidad entre el vestido blanco y vaporoso que llevaba puesto. Me introdujo uno de sus dedos lentamente, hizo que soltará un gemido de placer.
Siguió besándome, esta vez con más fuerza. Sentí cómo todos sus labios apresaban mi boca. Entonces lo que vino a continuación fue inevitable. El orgasmo que manifesté sólo con su beso me sacudió todo mi cuerpo. Aún así, el seguía quieto, sin mostrar un mínimo gesto en su ingle.
Un poco mareada por el vigor y el brío de la excitación que debía disminuir pero que crecía enormemente, me dispuse a acabar con mi desayuno.

VIII

Cogida de su brazo, paseábamos por el amplio malecón que daba hacia la espesura del río, océano que bañaba la costa. El manto de agua espesa se balanceaba al ritmo de las corrientes del sur. El color que emanaba era brillante y oscuro. El azul y transparente de ambas aguas daban un toque surrealista al lugar. El sol aún brillaba con fuerza. Paramos un momento y decidimos sentarnos en un banco estilo barroco que adornaba el largo paseo. Se acercó un vendedor ambulante de rosas y nos ofreció una.
El tan caballero y elegante, le compró todo el ramillete. Mi risa suave y armoniosa se dejo oír.
Amaba esos arranques de dulzura y espontaneidad que le surgían.
Tomé el ramo entre mis brazos y me acerqué para aspirar el olor que emanaba.
Ese suave olor me hacía entrar en la conciencia de mi propia sabiduría. Empecé a sentir, la vida en una sola, el agua que se mecía tras de mi, me hizo recordar la primera vez que le vi.
Aquella vez entre la multitud, se distinguía entre los demás por su altura.
La elegancia que le rodeaba me hizo temblar de emoción, pero no esa emoción banal y absurda, si no la emoción de sentir el espíritu de su esencia flameando a mi alrededor sin llegar a estar cerca.

Entonces recordé la primera vez que le vi. Aquella vez en dónde se dispuso a esquematizar el espacio tiempo. Rememoré ese momento. Ahí delante de ese cine.
Entre las personas que estaban de un lado a otro comprando sin parar, entre ese olor salado y dulce de los pop corn, bebidas azucaradas y chocolatinas.
Recordé cuándo nuestra manta era un trozo de espacio, cuándo el suelo era tiempo, cuándo el mundo no era nada, cuándo sólo estábamos ahí, observando y creando cada detalle de ese sitio, en dónde solo existía nada, y nada era todo.
En dónde la vida era nuestra y nuestra era el destino, de ellos, de nosotros del universo que apenas empezaba a emitir los estertores del nacimiento. De aquellos universos que ni siquiera sabían que iban a realizarse.
De aquellos lugares que no existían pero que pronto nacerían. Existían de una forma inimaginable, pero a la vez sólo teníamos un trozo de la existencia, de la oscuridad de los infinitos hilos del tiempo y la materia enérgica y oscura de la irrealidad que nos acompañaba.

Pronto estuvimos uno ante el otro y aunque mi primer impulso fue besarle dominé el sentimiento. Me preguntó si sabía si la función empezaba a la hora señalada.
Nerviosa por su elegancia y determinación al abordarme, no supe que decirle al momento, sólo revisé mi entrada.
Le dije que sí, aunque no lo sabía a ciencia cierta.
Me comentó que iba a ver el último film del momento.
Aquél que fue taquilla durante seis meses seguidos, aquél que tanto terror produjo en el mundo.

El Anticristo se llamaba, esa película que incitó a la humanidad a ser mejor, a tener un camino y una manera de ver el destino de la vida de una forma que hasta en ese momento no se tenía.

*******

Uno de los pétalos del ramo de rosas voló en dirección norte. De alguna manera nos indicaba el camino a seguir en esa tarde soleada y brillante. Se posó ante un restaurante de comida japonesa.
Ambos decidimos seguir esa pista tan especial y decidimos tomar un pequeño refrigerio.

El camarero de origen asiático, nos atendió con una brillante sonrisa y de inmediato nos ofreció una de las mesas de la terraza que daba directamente al río oceánico.
En ese momento todos nuestros sentidos se implicaron en una aventura de sabor, deleite y amor. La consistencia de los pequeños y delicados granos de arroz se mezclaban con el sabor del vino rosado y refulgente en nuestras copas de cristal delgadas y elegantes.
Hacían una verdadera explosión de sensaciones en nuestros paladares y aquello en mí resultó ser excitante, pero de una manera espiritual y poco convencional. Sentí que mi alma llegaba a un clímax no conocido antes pero a la vez muy familiar. El advirtió en mi, el ardor que me producía todas esas sensaciones. Cogió un mechón de mi pelo y lo aspiró de una manera que me turbó.
Mis ojos se entornaron, y entonces me atrajo hacia él tirando suavemente de mis cabellos, dándome así el más sutil de los besos.
Yo sentí cómo ese beso tan delicado me hacía revivir nuevamente el momento de la creación.
Y entonces le vi, mi creación más profunda, una de mis creaciones que me surgió de la decadencia y la obstinación de mis almas pérdidas.
La creación que me hizo llegar hasta aquí, la creación que me mantiene en el filo y en la superficie, la creación que es igual a mi, sólo que salió de la luz para convertirse en la oscuridad más profunda de los seres que habitan en los multiversos creados. No es otro que mi primogénito más deseado. Aquél que tiene el poder absoluto sobre todas las energías provenientes de los primigenios y de mi.
El que me hace temblar y me hace decidir el fin o la continuidad de una vida, una especie, un sistema, un universo o el espacio infinito. Largas charlas provenientes del nirvana se vinieron a mi memoria, allí dónde aspiraba el soporte universal, allí dónde decidíamos el bien y el mal.
En ese lugar que fue elevado a las alturas, y que después de él sólo queda un vacío cuántico lleno de líneas de tiempo y espacio, en dónde sólo cabe la certeza del origen de nuevos lugares y nuevas vidas.

Pronto pagamos la cuenta y nos marchamos de vuelta a nuestro espacio de amor, locura, desenfreno, pasión y volatilidad. Al llegar, las luces de la casa, encendidas, con esa luminiscencia suave y tenue nos recibió, embriagándome de una manera que me hizo saber que después de aquella tarde bañada en deseo la noche iba a ser intensa y muy pasional.

Me sujeto del brazo y me llevó al lecho. Con un suave empujón me lanzó en él. Cayó encima de mi de forma tenue. Me observó en la penumbra de la habitación. Su mirada me penetro tan intensamente que me elevó al más puro de los sentimientos. Quise besarle pero me lo impidió. Quise tocarle pero se apartó ligeramente.

Nuestra relación era así, llevábamos largo tiempo de noviazgo y aunque pocos días desposados, aún no había habido contacto carnal. Mi interior bullía en deseo y necesidad de tener su miembro dentro de mi. Pero me avergonzaba pedirle que me amase de esa forma. Así que le deje hacer.
Me acarició todo el cuerpo con suaves toques de sus dedos. Entonces vi cómo la virilidad de su cuerpo se hacía evidente. Decidí deslizar la cremallera del pantalón vaquero que llevaba y deje al descubierto su órgano erecto y armonioso. Tan perfecto ante mis ojos, sentí que el ardor y la pasión me estremecía tanto, que empece a tener una serie de espasmos orgásmicos.
Así estuvimos durante largo tiempo, pero a mi me pareció que sólo fue un instante. Apenas me tocaba y yo me deshacía en deseo, dulzura y pasión.
El me dejaba explotar una y otra vez, sin tener la necesidad de culminar su incesante anhelo.
Recuerdo que permanecimos toda la noche de esta manera hasta que el sueño se apodero de nuestras esencias y nos sumergimos en la realidad latente que nos esperaba.


********

Mi diosa, magnifica, grácil y radiante. Mi bella dama, mi razón de existir, mi único anhelo, mi vida entera. Estaba allí de pie ante mi, parecía que levitaba y a la vez encarnada en una serie de torbellinos cristalinos y oscuros de la longitud del tiempo infinito ante mis ojos.
De ella, de su cuerpo perfecto y puro, de su alma y su universalidad emergían líneas temporales y hacían que todo mi cuerpo se estremeciese cada vez que la rozaba.

Estiré uno de mis extremos, y ella uno de los suyos. Sin llegar a sentirla, me comunicó la decisión que había tomado y el por que de nuestras advenidas. No estoy segura aquí, me dijo. Necesito que estés en este espacio de tiempo que he marcado. Estoy pensando en cambiar este paisaje. No me gusta cómo sigue su curso.
Buscaré una manera cómoda y sencilla de acabar con la vida de estos seres innecesarios y restableceré el rumbo y orden del sistema. Pintaré en Júpiter, planeta regente que un día fue estrella, y que sufrió de forma abrupta una inesperada colisión, unos bonitos anillos, cómo los que un día me ofrecerás de tus manos, para afianzar esta alianza de destrucción muerte y agonía que sufrirán todos los seres humanos que habitan este planeta, que ha sido creado para ser gobernado por sabios no por esta podredumbre e improductiva vida compuesta por materia orgánica, desecho de la esencia universal de uno de mis discípulos.

La vida eterna que tenía hasta ese entonces dejo de ser. Esa existencia carente de todo conflicto, esa realidad que me permitía ser único, en el que el sentido de mi esencia era sólo irrealidad infinita, en dónde sólo había tiempo, espacio, vacío y energía.
Me convertí entonces en materia orgánica, deje parte de mi, de mi esencia en ese lugar anti universal en dónde reposamos hasta convertirnos en un big bang de explosión de material atómico, pero que aún así seguimos en una letanía de subsistencia en una espiral de actividad eterna.

Carente de mi visión, carente de todo tipo de habilidad, carente de cualquier forma que me permitía ser irreal, inicié el sentido de lo real y me vi envuelto en una cadena biológica de ADN, sangre, carne, tripas y esa sensación de ardor que produce ser en este sistema. Quise de inmediato comunicarme con mi Diosa, pero me fue imposible porque no distinguía las líneas ni la curvatura de su espacio en el tiempo dónde residíamos. Recuerdo el plano en que la divisé.
Era un día soleado y estrellado, dónde los objetos estelares se distinguían a simple vista, la luna, el sol y las constelaciones vecinas podían percibirse sin ninguna dificultad. Fumaba un cigarrillo mientras escribía en un cuaderno de notas. De inmediato mi corazón se aceleró, supe que era ella enseguida. Esa luz que desprendía era fácil de apreciar, al menos para mí, que puedo ver más allá de esa capa de materia viva que se arrastra por la superficie de la tierra llamada humano.

Debo confesar, que siento un asco terrible por la humanidad, siento repulsión y odio por todo ser humano que anda por este hermoso paraje llamado planeta tierra. A diferencia de mi Diosa, a mi no se me fue arrebatado el conocimiento de la verdad que me ha hecho venir hasta aquí. Y si estoy aquí es por ella, nada más que por ella, todo lo demás me da igual, exactamente igual. Quizás tuve la hermosa oportunidad de ocupar un producto orgánico que ya era adulto.
Realmente fue fácil hacerlo, aquél pobre desgraciado lo pedía a gritos.

Rememoro con frecuencia aquél instante cuándo tuvimos el primer encuentro, y luego después tome posesión de ese insecto. Estúpido humano, alimaña mediocre, criatura inepta, acaso creías que era un ser que venía ayudar. Pues no, no lo soy.
Soy un primigenio, rata asquerosa, soy algo que tu mente nunca podrá llegar a entender. Tu mente pequeña y sin sentido, no tiene cavidad en este multiverso dotado de grandes raza, tu cerebro no es más que una máquina de estiércol carente de toda necesidad, tu cerebro no vale nada.
Puedo destruirte en segundos si lo deseo, puedo hacer que tu sangre se convierta en humo, que tu vida no sea más que un micro segundo en tu puto y asqueroso segundo de vida.

No me gustaría tener que utilizar todas estas líneas para describir el desprecio que siento por todos los humanos, y me gustaría centrarme en la necesidad creciente y ferviente de tener y poseer a mi dama.
Nuestra relación difícil y constante, se debe al extremo progresivo del apetito que sienten nuestras almas y energías, ese apetito que nada tiene que ver con la asquerosa relación carnal que mantienen estos hijos de puta, que sólo buscan expulsar fluido y nada más.
Mi muñeca de titanio, corazón de diamante, reina de las reinas, diosa de dioses, vida de mi vida, te tengo en un pedestal del cuál no te dejaré bajar, ni permitiré que ninguno de estos gusanos lo intenté. No permitiré tan siquiera que te lleguen a tocar, a rozar por que para mi eres mi todo, porqué sin ti yo no hubiese existido ni de esta forma ni de la anterior. Yo sólo era irrealidad y tu me diste el soplo de aliento que necesitaba para ser y existir en este multiverso lleno de colores y veracidad.
El aire se convirtió en cenizas, el viento se convirtió en fuego,
Sólo quiero tenerte entre mis brazos,
Besarte y decirte cuánto te anhelo,
Nada puede controlar este pasión que siento,
Nada puede hacer que deje brotar el germen
de mi sangre hirviendo, sólo puedo decirte,
Lo que me lleva a sentir el ímpetu que experimento,
y la necesidad creciente de amarte
una y otra vez sin parar,
cómo se mecen las olas de un tsunami molecular.


Seguramente esta raza de insectos, nada sabe de lo que digo, puesto que sólo saben parlotear de cuánto sube y baja el sentido de un mundo que carece de toda vehemencia.
Obviamente nada me importa ninguno de sus argumentos, ya que lo único que me importa es cambiar el paisaje de este maldito universo. Según dicta las normas de esta etnia sólo tienen un destino, y el único camino conocido será el de su erradicación total.
Así pues lo dicta la Diosa de este multiverso que no es otra que esta muñeca mía que me hace repetir la misma agonía entre los mortales de este sistema solar.

IX

¿De quién será este número de teléfono? Me pregunté, cuándo subía de prisa al taxi que llame. Luego llamaré para saber quién es. Ese día me tocaba una ajetreada y larga jornada laboral.
Llegué a mi destino y le lancé al taxista el dinero sobrante que marcaba el taxímetro. Baje de prisa y corriendo cómo solía hacer.
Entre en la torre de edificios en la que trabajaba e hice el procedimiento de seguridad.
Tomé el ascensor y bajé en el último piso cómo cabía de esperar, ya que dirigía toda la empresa.
Mi despacho espacioso y con unos amplios ventanales, dejaba ver el horizonte bañado por ese río oceánico que daba la costa.

Llamé a la inepta de mi secretaria para que me trajese de una vez mi café negro y con un sobre de azúcar que bebía cada mañana a las ocho en punto.

De inmediato llegó y la abordé con una serie de pedidos. Muchos de ellos consistían en llamadas a potenciales clientes, transcripciones, informes y otra serie de cometidos.

Una vez solo, encendí el ordenador.
Las nubes empezaron a oscilar en un vaivén que no era el oportuno. Mire hacia atrás y entonces vi cómo las olas de ese río oceánico empezaban a agitarse.
El viento empezó a soplar con fuerza. Tormenta a la vista pensé. La lluvia y la tempestad eran mis elementos favoritos, me gustaba caminar sin paraguas bajo aquél manto de agua.
Sentía cómo mi cuerpo se empapaba hasta las venas. La sangre que hervía en mi interior, comenzaba a escalfarse y esa sensación me hacía sentir el único hombre en la tierra.

Revisé el correo y uno de los mails me llamó fuertemente la atención, lo abrí y en él se leía algo sobre la energía oscura. Aquella que hacía que el universo marcase un ritmo acelerado y frenético. No se muy bien porqué, pero una sonrisa perversa se dibujó en mi rostro.
Cerré el mensaje ya que poco me importaba.
A quién puede importarle algo cómo que el universo existente va a dejar de coexistir con el resto de planos y dimensiones que habitan esta realidad.
Idiotas y hostiles humanos, no tienen ni idea de lo que les depara el destino. ¿Por qué pienso esto?.
Seguí con mi usanza.

Bien entrada la noche abandoné el despacho. La tempestad había cesado. Suspiré. Me apetecía enormemente sentir la lluvia sobre mi. El apetito se abrió en mi sentido gustativo y decidí entrar en aquél restaurante de comida italiana, en dónde podía degustar esa pasta casera, hecha por la abuela, que hacía que mi paladar llegase al clímax. ¿Universal?

Me siento algo mareado, revisé en el cajón de la mesita de noche de mi amplia habitación, cogí una de mis píldoras y la ingerí.

Sueño, dormir, me encanta hacerlo, aunque no puedo disfrutar mucho de esa pequeñez tan ínfima.

Allí estaba otra vez, pero quién será, quién carrizo será esa mujer. No siento pasión ni deseo, sólo ganas de escuchar su voz, cuándo no habla me muero, ¿Qué estará pensando?

Me dice algo pero no la entiendo, quiero tocarla para que transmita su deseo pero me es imposible contactar con su yo interno. Extiende su extremidad, yo hago lo propio. Y entonces me despierto.

Comprobé la hora en mi móvil. Las tres y media, me levanté, ya no pude dormir más. Salí al salón. Mi primer impulso fue encender el televisor. No, pensé, para qué, seguramente no hay nada interesante que ver.

Verifique nuevamente el móvil, observé ese numero de teléfono que me resultaba totalmente desconocido. Decidí llamar. La voz de una mujer se escuchó por el auricular. No supe que decir, así que después de un momento, colgué. ¿Quién será?.

El calor se apodero de mi cuerpo, me resultó extraño, porque el invierno se hacía intenso. Me levanté a quitar la calefacción. No pude creer que estuviese apagada.

Me lancé en el sofá, de mi amplio salón. Empecé a pensar en el día que me deparaba. Trabajo y más trabajo, aunque ya es fin de semana. Estoy solo, hace meses que no tengo compañía. Sin embargo si la tuviese, no tengo tiempo para atender una pareja. Me sumerjo en mis pensamientos.

La oscuridad me envuelve, desconozco lo que pasa en un primer momento. Luego me doy cuenta de que lo que me resulta foráneo en un principio, ahora me es totalmente familiar. No percibo mucho con mi vista pero sí con mis otros sentidos, y entonces puedo divisar a otros dos parecidos o igual que yo. Y allí en medio, la vuelvo a ver, allí la veo, en un torbellino cristalino, brillante y resplandeciente. Entonces me doy cuenta de que estoy en el vacío subyacente del nirvana dónde habita la creadora multiuniversal. Recuerdo de forma nítida, y con mucha claridad, el momento de la exhalación. Cuándo energía fui y cuándo me dejé ser. Soy la energía elemental, primordial y oscura que mueve el ombligo de la verdad.

******

Llamé a mi estúpida e incapaz secretaria, esa tonta, es tan tonta. No entiendo ni siquiera por que la tengo contratada. Entonces recuerdo que todas las necias que sirven de asistentes, son unas inútiles e inhábiles, que sólo quieren deslizarse por debajo de mi escritorio para así creer que de alguna manera van a llegar a mi corazón. Ninguna idiota puede llegar a mi centro. Entonces se vuelve a dibujar esa sonrisa de desprecio en mi cara. Que asco le tengo al mundo, que asco me da esta raza que sólo buscan sexo y dinero, nada más. ¿Qué me pasa?.

Le digo que tenga todo preparado, que en unos minutos llego a mi destino, la trato mal. Ese día me he levantado con mal pie, pienso.

No sé por qué vuelvo a mirar esa llamada, era mujer, por que de repente creo que es diferente. Algo extraño me está sucediendo, no sé cómo explicarlo. Me la imagino rechoncha y fea. Me rio. Empiezo a pensar que necesito saber quién es. Intento olvidarme de la llamada, de la mujer y del puto tema que me está empezando a incomodar.

No sé pero me siento con una energía intensa,oscura, fría, helada, pero a la vez siento mucha vida en mi interior.

Paso por un café y veo a una mujer que ocupa una silla en la terraza. Me detengo a mirarla. Siento algo pero sigo mi camino. Alzo la vista y diviso una estrella, no puede ser. Vuelvo a detenerme y sigo absorto en el cielo. Definitivamente hay un astro que brilla. Aunque la brillantez solar evita que podamos percibir los demás objetos estelares. No puedo creer lo que ven mis ojos, pero el trabajo me repiquetea en la sien, debo seguir.

Estoy ante el estúpido de turno, me llena la cabeza con finanzas, negocios y lucro. De repente todo me da igual, me giro y sigo viendo la estrella en el cielo azul claro y despejado de ese día tan soleado.

Intento centrarme en la voz del colega, me digo a mi mismo, que es un buen negocio, voy a ganar una cantidad exorbitante. Pero me da igual.
Pienso en la llamada, me taladra, no sé que me taladra más, si la llamada, el astro o, la mujer de la terraza. Empiezo a fantasear con que la mujer de la llamada, es la misma de la terraza.


X

No sé cómo sentirme, he llegado a casa, sola. Ha sido muy apasionado el encuentro con él. Me ha amado de forma muy intensa en el asiento trasero de su coche. Ahí en la calle. Un sentimiento de vergüenza se apodera de mi, pero luego pienso que no he hecho nada extraño, ya que aún llevo el anillo de diamantes que me obsequió en nuestras nupcias. No ha hablado de separación ni de divorcio, no sé que va a pasar. Se ha limitado a conducir sin decir una palabra, esta vez el trayecto se me ha hecho corto, quise pedirle que subiese pero no me atreví.

Voy al cuarto de baño, me desvisto y me coloco mi ajuar para dormir, ya es tarde. Mejor descanso un rato. Mañana, he de ponerme nuevamente con mi proyecto, lo he dejado en un segundo plano desde que empezamos a tener esos pequeños inconvenientes.

El gran complejo que quiero construir, de repente me parece que tiene que ver con una raza proveniente de otro universo. Siento unos deseos incontrolables por empezar. Ya no tengo sueño. Me dirijo a mi despacho y abro los planos de las torres que pienso edificar. La idea de coronar la cúpula con una forma geométrica, se me ha metido en el psiqui, de forma poco convencional. Es insistente y pertinaz. Esas ideas entran en mi cabeza y no me dejan pensar así que imagino el lugar y encuentro poco a poco algo que me hace recordar un pensamiento que se vuelve nítido y borroso a la vez.

Recuerdo el dolor del brazo, ha desaparecido. Lo reviso para cerciorarme de la herida y ya no está, le resto importancia. Sigo con mis planes y mis planos, les doy la vuelta, los reexamino, cojo mi lápiz HB azul y empiezo a realizar una serie de trazos en el papel. Tomo el compás, dibujo una esfera perfecta en lo alto de las torres, me gusta, no lo había pensado, algo tan sencillo cómo una circunferencia. Queda realmente bien. Quizás una elipsis sea lo más apropiado para que encaje a la perfección. Me imagino creando un universo y de repente mi subconsciente me susurra que es lo que estoy haciendo, crear un universo.
Me doy cuenta que ese día no me he tomado esa maldita pastilla. No sé si hacerlo o no. Decido que sí que será lo más apropiado.

La elipsis empieza a inquietarme, tanto, que acabo colocándole una especie de triángulo en la parte superior y en la parte inferior, y entonces veo que acabo de inventar una figura geométrica que no existe. Suspiro.

Les veo allí, ante mi, me pregunto dónde están y que estarán haciendo, cómo se desarrolla su actividad en esta realidad. Me siento segura al saber que uno de ellos está a mi lado, aunque en este momento no permanezca cómo me gustaría que fuese.

XI

El plato ante mi, rebosa con una serie de filetes empanados. Mi acompañante, me dice que es un reptil. Insiste en que debo probar ya que es una exquisitez, que sólo se consume en el sur del continente americano. No quiero ser descortés y corto un pequeño trozo, lo llevo a mi boca con una lentitud extrema, lo mastico con parsimonia, al principio me parece conocido el sabor, luego percibo una sensación salífera que se mezcla con el dulzón de la crema que lo acompaña. Lo acabo ingiriendo. Al llegar a mi estómago produce una sensación ligera y relajada. Eso desata en mi el deseo de seguir consumiendo el ágape. Aunque no expreso ninguna emoción.

¨Soy materia oscura, sin mi nada existiría. Soy lo que le da forma a este mundo, así cómo cada uno de los objetos estelares que conforman el multiverso en sí mismo¨.

Un pordiosero ha empezado a vociferar esa cantinela, cerca de la terraza dónde estamos preparando el menú gastronómico, para un restaurante que está pensado en realizar su inauguración en un complejo de edificios que está construyendo una empresaria.
Un remolino oscuro aparece de pronto en la esquina del filete que me estoy comiendo. Lo observo un instante y mi adjunto, que es un reconocido chef, me saca de la abstracción, preguntándome que tal me parece el manjar.

Me tomo mi tiempo para explicar el sabor y el deleite que me produce la exquisitez que en un principio creía que era algo común y ahora me resulta extremadamente delicioso.

El pordiosero sin dejar de cantar el estribillo, se acerca a la mesa y retira de mi plato un trozo de filete.
Tanto mi acompañante cómo yo, sorprendidos por el acto del hombre, nos quedamos inertes ante tal acontecimiento. El mendigo, me mira fijamente a los ojos. No desvío la mirada. El hombre me lanza el plato al suelo. Yo me levanto bruscamente de la silla. Los demás comensales se quedan a la expectativa de nuestras reacciones. El indigente sigue chillando la retahíla mientras el camarero se acerca y le pide que se marche.

*******

Estoy malhumorado, el acontecimiento de la terraza, no me deja concentrarme en los diferentes platos que debo preparar para el dichoso restaurante. Fumo un cigarrillo de marihuana. Bebo un poco de mi té que se ha quedado helado. Me rasco la cabeza. Decido navegar un poco por Internet.

Pienso en masturbarme pero sinceramente no me apetece. Decido llamar a una de mis amantes. Reviso mi agenda telefónica, y de repente todas me parecen unas putas. Tengo ganas de sexo, pero no quiero copular sin más, quiero algo más, necesito amor. Me olvido de la masturbación, del sexo y de las zorras. Me decido por dar un paseo.

Salgo al exterior, busco un lugar dónde pueda fumar un poco de droga. No quiero sentarme en una terraza , quiero algo más privado. Conozco un sitio dónde puedo hacerlo, me dirijo directamente hacia allí.

El portero del lugar me abre la puerta, me saluda por mi nombre y me lleva a una de mis mesas preferidas. En la esquina, veo a un hombre, arrogante y muy elegante, con un habano en la mano. Bebe una copa de coñac a la vez que exhala el humo cómo si fuese el dueño del lugar. Me dedico a leer la prensa y a olvidarme de mi entorno.

El hombre desvía la mirada hacia mi. Yo hago cómo si no me entero. El hombre sigue con su mirada inquisitiva. Me está poniendo nervioso pero yo sigo en lo mío. Parece que me conoce o me reconoce, puede ser, ya que soy el empresario gastronómico más importante del mundo. Retiro el periódico y le miro fijamente, ese día no estoy para más inconvenientes. Nos miramos de forma inalterable, algo dentro de mi se remueve, siento cómo si el mundo se hiciese pequeño y de repente me encuentro ante un torbellino brillante y una sensación de vacío que me envuelve. Diviso unas líneas en un manto oscuro y negro. Siento cómo el torbellino brillante me levanta y recibo un aliento de energía pura.

Lo tengo ante mi, se ha levantado de su silla y no me he dado cuenta. Tiene las manos apoyadas en mi mesa. Desconcertado me quedo inmóvil. Intento decirle algo y no puedo. El hombre me sujeta del cuello de la camisa, me atrae hacia él. Aunque el acto parece violento hay mucha delicadeza en él, entro a través de su mirada y entonces me desvanezco.

********

Salgo a la calle, no sé muy bien que ha pasado pero me encuentro caminando entre la multitud. Empiezo a mirar a los transeúntes. Me fijo en las mujeres, poco a poco, la cabeza me empieza a dar vueltas. Quiero prestar atención en sus curvas pero hay algo que me lo impide. En un segundo todas empiezan a parecerme igual, cabello negro, ojos negros, delgadas, elegantes y muy sensuales. No puedo creer lo que ven mis ojos, son todas iguales, la misma mujer una y otra vez, me fijo en el vestuario y me doy cuenta que llevan la misma vestidura. Creo que me estoy volviendo loco, ese día me esta resultando demasiado extraño. Me detengo y observo el entorno, continúa el desasosiego, necesito irme a casa.

En casa intento relajarme, pienso en fumar, pero recuerdo el momento anterior. Paso de drogas, quizás deba dejarlo. Decido llamar a una de mis amantes favoritas, una rubia, así seguro que se me quita esta sensación. Me dice que viene enseguida, la muy zorra. La espero. En la espera, quiero fumar pero no sé, decido que mejor no, luego después del polvo. ¿Qué acabo de decir? No me reconozco, me gusta más hacer el sexo, quizás hacer el amor, pero con ellas no llego a esa sensación. Hace mucho que no me siento enamorado. Tocan al timbre, de inmediato hago que suba, tengo urgencia por quitarme esta sensación.

La puerta del ascensor se abre, no puedo creerlo, es ella. Mi primer impulso es echarla, la miro fijamente, ella se acerca cómo siempre y se lanza a mi cuello. Impactado, me dejo besar aunque no entiendo muy bien lo que está pasando. La retiro con suavidad y la observo fijamente. Le pregunto a que se debe el cambio de look, ella se ríe, me dice que debo ponerme gafas, ya que no estoy viendo bien. ¿De qué cambio de look hablas? Sigue con su monólogo cómo siempre. Se retira y busca en mi caja de habanos unos de mis cigarrillos de marihuana, lo enciende, empieza a fumar sin dejar de hablar. Camina a la cocina y extrae del frigorífico una cerveza. Me ofrece una, yo me niego a beber.

Estás muy extraño, continúa, para no estarlo, pienso. Es la mujer de la calle, por dios que pasa. La llamo por su nombre para ver su reacción, ante mi gran sorpresa, me responde que ella es mi Diosa.

Le explico que la veo con los ojos negros y el cabello negro, más delgada y más morena, ella vuelve a reír y me lleva al espejo que tengo en el vestidor. En la imagen del espejo la sigo viendo igual. Ella empieza a ponerse nerviosa, termina por hacerme una escena de celos, yo le explico que no debe ponerse así, ya que hemos hablado de eso y sabe perfectamente que no es la única. Acaba marchándose y me quedo sentado encima de mi escritorio pensando.

*******

Al final he fumado, he bebido y he consumido algún que otro estupefaciente. Me levanto al día siguiente bastante despejado a pesar de todo lo que me he metido en el cuerpo. La ducha de agua tibia que me suelo dar se me hace fría, entonces decido girar el grifo hasta su máxima. El agua hirviendo me cae por el cuerpo y la sigo sintiendo fría. Tengo que apresurarme ya que ese día voy a conocer a la bendita empresaria. Me da por ponerme lo más elegante y casual posible, mi estilo, pero no sé porque quiero estar realmente atractivo. Me afeito, me perfumo y salgo con una sonrisa en los labios.

Me siento plenamente dichoso, feliz, algo raro me está sucediendo y no sé exactamente que es. Entro en mi coche, lo enciendo. Coloco una de mis canciones favoritas. La voy canturreando. Me encuentro en hora punta, hay atasco, cómo cabe de esperar. Aprovecho para encenderme un cigarrillo, de los comerciales, no quiero ir colocado a presentar el negocio. Miro por el espejo retrovisor, una hilera de coches se van deteniendo tras de mi. Uno de los coches empieza a dar vueltas, sigo observando, ya que es casi imposible que haga esa maniobra, pero aún así continúa. Se abre un remolino tras de mi, y todos los coches giran en el embudo. Me froto los ojos, vuelvo a mirar. La caravana de coches sigue un curso normal, bajo la ventanilla para sentir la brisa fría de ese invierno helado. En el coche de al lado va un hombre, me fijo en él y me doy cuenta de que es el que me encontré en el café francés donde me dejan fumar mis cigarrillos. Me quedo absorto mirándole, el me sonríe y no sé cómo, ya que el atasco se lo impide, se larga a mil por horas. Ante el volante empiezo a pensar que me estoy volviendo loco de verdad. Me centro en la carretera, en la caravana y en el atasco. Vuelvo a ver el remolino anterior esta vez ante mi. Ya no puedo más. Me bajo del coche, observo bien que cojones está pasando. Todo sigue un curso normal. Subo nuevamente al coche. Resoplo, suspiro, enciendo otro cigarrillo, empiezo a desesperarme, termino golpeando el claxon. Cómo si fuera el dios de esos pobres ineptos, todos empiezan hacer lo mismo al unísono. El ruido de todas esas bocinas me empieza a taladrar la mente. Paro de ipsofacto. El resto para también en el mismo segundo. Yo me quedo atónito y pienso en salir de allí cuánto antes.

El atasco se aligera. Pronto salgo a la autopista. Por fin llego al solar dónde se está construyendo el complejo de edificios, estaciono ante el restaurante que está a punto de terminarse. Me bajo del coche.

Entro por las enormes puertas de cristal que se abren con el sensor de movimiento. Me dirijo hacia el amplio salón. Mi compañero el chef sale a recibirme enseguida. Me saluda efusivamente, y empieza a decirme que la empresaria, ese día, al parecer no está de muy buen humor. Me explica que es un genio en lo suyo y que es bastante difícil de tratar, vamos cómo todos los genios. Sigue con el cotilleo y a mi poco me importa, me sigue explicando que al parecer tiene problemas de pareja, y el marido anda por ahí. A mi me está dando bastante igual todo ese asunto, sólo quiero conocerla y ponerme en lo mío.

Me impaciento, pido agua, necesito beber, de repente la boca se me ha secado. Mi compañero le pide a uno de los empleados que me ponga un agua con gas y mucho hielo, cómo suelo beber. El empleado atiende la orden enseguida. Bebo el agua. Quiero ver a esa maldita mujer ya. ¿Dónde está?.

El chef sigue hablando, ya no lo escucho, y de repente sale del despacho con un ímpetu inapropiado en una mujer, ella.

Empieza a enviar ordenes. Me mira, camina hacia mi decidida, me estrecha la mano a la vez que me pide que la siga. En un primer momento apenas puedo hablar. Ella sigue enviando ordenes mientras nos adentramos a la cocina del restaurante. Yo sigo absorto mirándola y ella como si nada. Me pregunta por la elaboración del menú. El chef me salva de mi mutismo. Empieza hablar sobre el bendito reptil y un montón de mamíferos que hemos degustado. Todos exóticos.

Se abre las puertas de la cocina y entra el hombre del café francés. Entonces, ahí, me doy cuenta que estoy en medio de la absoluta vacuidad, y me sumerjo más cuándo reparo que es el marido de ella.


XII

Si, contesto al móvil, bruscamente. Estoy en un taxi en medio de la carretera. La maldita canción que tiene puesta el taxista me produce irritación, le ordeno que baje el puto volumen. Me concentro en la llamada. Es el imbécil del socio que me pide que vaya a reunirme con él, en el maldito complejo de edificios que esta montando la zorra esa que antes era escritora y ahora se dedica a construir. No sé si me apetece ese negocio, estoy absorto pensando en las constelaciones que sigo viendo a pesar de la luz solar. Le digo que prefiero ponerme en contacto con ella antes de decidirme. El proyecto aunque desconcertante me parece increíble. Está pensado para que sea una biblioteca en las cúspide y un museo de arte en la superficie. El resto aún está por determinar ya que piensa en oficinas y un posible hotel cinco estrellas superior. La zona inmejorable me hace casi decidirme, pero aún así le digo que me pase el maldito número de móvil. Nunca he visto cómo es esa mujer, pero me imagino que al ser escritora debe ser poco agraciada. Realmente eso me importa poco o nada. Pero no sé porqué lo pienso. Me dice que sí. Me envía un mensaje con el número. Lo marco y me doy cuenta que es la llamada perdida que tengo. No lo puedo creer, ¿Qué es esto?, broma del destino o de algún ente superior.

Entonces cae en medio de nosotros, del taxi y los otros coches una centella. Por poco nos da. El taxista pierde un poco el control del coche pero al ser un experto la esquiva. Se produce un caos, aunque todos salimos ilesos. Paramos. Me bajo del taxi junto al taxista. El resto de vehículos se detiene. Los pasajeros y yo no podemos creerlo. Miro al cielo, las constelaciones siguen presentes y hasta me parece ver el planeta júpiter. Empieza a llover, de forma ligera y en segundos se convierte en chaparrón. Aún así continúo viendo los objetos estelares, diría que ahora se ven con más fuerza. Entramos al taxi, los cuerpos de seguridad, ambulancias y demás empiezan a llegar casi de inmediato. Me quedo inmóvil en el asiento trasero. El taxista espera por mis ordenes. Le digo que continúe.

Intento olvidarme del inconveniente y me centro en la llamada. Ahora no sé si llamar o no. Decido que sí, además no ha pasado nada. Marco el número, me tiemblan las manos.

********

Él entra en la cocina. Ya sé que anda por ahí, de todas formas este negocio es de los dos. Me doy cuenta de que el empresario gastronómico y él se miran fijamente. Le resto importancia, ya que ambos son capitalistas. El móvil empieza a sonar, lo reviso, me fijo que es la llamada perdida por la cuál me hizo la torcedura del brazo, en un primer momento decido no contestar. Pero al ver que el chef empieza las presentaciones, decido que si. Un ¿Quién es? Sale de mi boca de forma escueta.

Al principio no escucho nada y cuándo estoy a punto de colgar, oigo una voz masculina, de inmediato me resulta extremadamente familiar. Me intereso en la llamada, la voz que me resulta muy aterciopelada me empieza a excitar ligeramente. Intento pensar en otra cosa. Se presenta y me explica que es el Director de Arte para el museo que pienso inaugurar en la superficie de mi complejo. Atónita le digo que me encantaría conocerle. Me informa que va de camino. Cuelgo, me quedo colgada, que extraño. Empiezo a irme, necesito el bote de medicinas, dónde coño lo tengo. Le miro a él, seguro que el lleva. Pero ahora me es imposible pedírselas. Veo al empresario gastronómico y a él, y empiezo a sentirme extrañamente tranquila, me empiezo a relajar, ya no necesito la maldita pastilla.

XIII

Me introduzco mi M1911 en la boca, empiezo a apretar el gatillo seis veces seguida. Me rio diabólico, está vez he vuelto a tener suerte. Desmonto el arma, me dispongo a limpiarla. Retiro la bala que he puesto para jugar a la ruleta rusa conmigo mismo. Dejo todas las piezas en perfecto orden encima de mi mesa de cristal.

Me levanto a por un café. Exploro el horizonte. Mi vista se colapsa cuándo veo un objeto que entra en la atmósfera. Cae lejos pero puedo divisarlo perfectamente. Me pregunto que será.

Enciendo el televisor para saber si dan la noticia en última hora. En efecto a los pocos minutos todas las cadenas hablan del acontecimiento. Mi móvil, mi fijo, mi ordenador empieza a recibir, llamadas y mails a diestra y siniestra. En mi rostro se dibuja un rictus de aburrimiento. No pienso contestar a ninguna de esas llamadas, ni mails, me da pereza. Además ya está mis empleados que son todos unos perfectos inútiles para atender la execrable noticia.

Me doy la vuelta y me dispongo a acicalarme para ir a pasar el día en mi todo terreno azul marino. A nadie le importa esa primicia de mierda.

*********

Salgo afuera del rascacielos donde me hospedo, debo decir que toda la manzana es mía. Y mi poderío continúa expandiéndose. Hay algo que me inquieta, y es ese condenado complejo que están construyendo en la costa río oceánica de la gran cosmopolita en la que de momento resido.

Soy el dueño del mundo, soy más que eso, en vulgo, vosotros los asquerosos mortales dirían que soy el puto amo. Casi todos los negocios legales e ilegales los muevo yo. No hay nadie que me supere en mi imperio, construido a base de sangre, destrucción y muerte. Sólo esa maldita mujer. Todo el mundo la conoce, todo el mundo sabe quién es, pero nadie conoce su puto rostro. Empiezo a sentir un hormigueo cada vez que pienso en ella. Pero no se debe a ninguna atracción sexual ya que ni siquiera puedo imaginarme su silueta.

A la muy puta le brindan fiestas y agasajos en su honor. Nunca asiste, no sé quién coño se ha creído.
Pocos saben cómo es, por ahí se rumorea que es guapa y muy atractiva pero se desconoce totalmente.

Siempre se mantiene en la sombra cómo si guardase algún secreto, pero que secreto puede guardar esta perra. Si guardase algún misterio yo lo sabría. He leído algunas de sus obras maestras y tengo que confesar que es una excelente escritora. Me gusta su rollo de destrucción y hecatombe. Pero aún así me contraria que ahora quiera meterse en mis negocios.

Piso el acelerador a fondo. Voy a hacer lo que tenía que haber hecho desde que me enteré de la noticia.
Me dirijo a toda velocidad a ese endemoniado complejo de edificios.

Llego y estaciono mal y en horizontal. Total quién va tener huevos de decirme nada a mi. Me bajo del todo terreno y me enciendo un cigarrillo. Miro a los trabajadores de un lado para otro. Ocupados y con prisa. Seguro que esta fulana les mete caña. Me la imagino ahí chillando y gritando, fijo que es una histérica. Pero a mi me la pela. Mejor dicho me chorrea, en fin podría estar aquí diciendo un sarta de groserías hasta que anochezca.

Me dirijo a uno de los empleados. Eh, le grito, ¿Dónde esta tu jefa? Pregunto. El inocente y pobre empleado me mira con terror, me rio para mis adentros, me ha reconocido. Sin importarme absolutamente una mierda, saco mi bote de pastillas e ingiero unas cuántas, allí delante de sus narices.

¿Qué? Le inquiero, desafiante y brusco, el hombre baja la cabeza y me responde que se encuentra en el restaurante.

Camino al lugar, mientras sigo fumando e ingiriendo mis píldoras cómo si fueran golosinas. Entro al sitio y busco con la mirada. Cómo si el restaurante fuese mío, recorro el salón, buscando a la seguramente malcriada niña de papá. Miro en mi entorno. Intercepto a uno de los camareros con un toque de mi indice en su hombro. ¿Dónde cojones se encuentra tu jefa?. El empleado me dice que en la cocina, en mi cara se dibuja hastío. Ah ¿Y se supone que yo debo saber dónde se encuentra la maldita cocina?, el empleado me enseña el camino. Camino hasta allí y entro dando un portazo.

Entonces todo empieza a darme vueltas, me encuentro con un torbellino brillante y armonioso, me introduzco en él. Empiezo a revivir mi nacimiento, el de esta vida, cuándo llegué temblando de frio y asustado, llorando y enfadado por salir de ese útero materno que me daba todo lo que necesitaba. En un micro segundo revivo cada uno de mis nacimientos, miles o millones, quizás exagero, pero de pronto todo me parece perfecto y amable. El seguimiento continuo de la vida en el desespero del principio me hace ver que recuerdo a la perfección cuándo fui creado por esa maldita mujer. Yo era energía, sólo energía, nada más que energía, blanca y perfecta. Armoniosa y sencilla, sin carne, sin huesos, sin venas, sin sangre, sólo energía y nada más. Me materializo y miro cómo con sólo un gesto de mi ser hago que sufran hasta más no poder, son tan infelices, mira que venir aquí buscando un poder que jamás encontraran, un momento, ahora estoy en un lugar dónde el paisaje cambia a voluntad de ella. Me mira y expresa amor, amor del bueno, no amor humano, si no amor celestial. Ahora estoy buscando en un lugar dónde existen unos seres que emergen de un árbol, me llevo unas cuántas almas, un segundo, paso de plano, cambio a mi voluntad, estoy en el paraíso universal, ¿Que hago aquí? Miro a mi madre, no, a la otra, espera, hay otra ¿Qué es esto?, Existen unos cuántos dioses, todos me respetan, ¿Por qué?.

Abro los ojos, el rostro de ella perfecto y agraciado se ve ante mi, me susurra Exterminador, Ángel, vuelve en ti. Despierto ¿Qué me ha pasado? La tengo ante mis ojos, no se que decir, ¿Qué me ha dicho?.

*************

Necesitas agua, pregunto. Acaba de entrar el magnate más importante de la ciudad en mi restaurante y se ha desmayado. Él se levanta, un poco aturdido me retira las manos de su brazo cómo ofendido. Yo le dejo hacer. ¿Que me has preguntado? Me inquiere él un tanto arisco. Si necesitas agua vuelvo a repetir confusa. Me dejo de preguntas y exijo que traigan de inmediato agua con azúcar para el invitado. Me la traen enseguida. Esto te vendrá bien, le digo con suavidad. El la rechaza. Estoy bien responde un poco molesto. Se levanta. Me mira.
Mi cónyuge se acerca a él y le estrecha la mano. De inmediato el está cómo si nada. Se presentan, de pronto la tensión se acumula. Yo suspiro. El chef un poco fuera de serie se deshace en excusas y se retira dejándonos al empresario gastronómico, al magnate, a él y a mi, solos.

Miro en mi entorno, me falta algo, necesito otro elemento, esa oscuridad ¿Dónde está?. Revivo todos mis momentos, entonces, ya no necesito nada más que la materia.

***********

Pare aquí, le digo al taxista. Pago la carrera, y me bajo del coche un poco nervioso. No sé que me tiene más inquieto si conocer a la empresaria o el pequeño accidente que hemos tenido en medio de la autopista.

Me dirijo directamente hacia el restaurante e intento no pensar en nada, procuro no alzar la mirada al cielo ya que los astros siguen allí, y aunque miro hacia el frente creo percibir unos anillos en júpiter.
Entro al salón. De lo que parece las instalaciones culinarias, emergen tres hombres y una mujer. Entonces ya no puedo creer absolutamente nada de lo que está pasando, porque la mujer es la misma que observé sentada en aquella terraza.

********

Cómo siempre, salgo de mis más profundos pensamientos, e invito a mis colegas a tomar un café en el salón de mi complejo. Así podemos reunirnos y hablar de los negocios pertinentes. No sé porque, pero, él, mi marido, se le ve radiante y feliz. Me resulta extraño, ya que sus arrebatos de celos cuándo hay algún ser del género masculino cerca de mi son inevitables.

Al salir observo de pie en medio del salón, a un hombre alto y atractivo, en seguida me doy cuenta que es el director de arte con quién he hablado por teléfono, el de la llamada perdida, el de la voz aterciopelada , el que me acaba de excitar ligeramente. El me mira cómo si no se lo pudiese creer y yo me quedo nuevamente en mi mente, pensando y reviviendo esos instantes de creación, dónde la nada nos hacía sentir la necesidad de tener un lugar dónde ejercer nuestro poder.

*********

Sentados entorno en una de las mesas redondas, sé que debo empezar la reunión pero no digo nada, me limito a revisar la carpeta con el menú de los manjares exóticos que me ha traído el empresario gastronómico. Él, mi esposo, se limita a mantenerse en su silla, mientras fuma un habano. No sé porque, pero sonríe, le miro fijamente para poder entender el por que de su felicidad. Su sonrisa cambia vertiginosamente, de amable a demoníaca en segundos. Pero le resto importancia, debe ser por la endemoniada pastilla, pero algo dentro de mi, me dice que ya no la necesito, que ya tengo lo que preciso, para poner fin a mi proyecto celestial. El humo del habano llega hasta mi y entonces vuelvo amar ese olor dulce y almizclado, lo aspiro y él tan caballeroso me invita a fumar. Todos empezamos a fumar.

XIV

Júpiter, sus principales satélites, las demás lunas. Dentro de la superficie, en el centro, se encuentra una serie de organismos vivos, que son capaces de crear. No son dioses, pero si tienen la aptitud de hacerlo. Dispuestos por mi desde el principio. Allí esa serie de especímenes, generan una serie de elementos que son desconocidos aquí en tellus matter.

Al principio cuándo uno de mis discípulos empezó con la creación de este universo, supervisado por parte de la energía primordial que reposa en la curvatura central del espacio tiempo, quiso realizar una serie de espirales que empezaron cómo siempre con la micro explosión del big bang y con la unión de los gases principales. Una vez que ya tenía el lugar para realizar esa serie de experimentos, decidió centrarse en los seres que iban a habitar los diferentes objetos espaciales. Al crear unas cuántas razas, se centró en los residuos que iban quedando, estos desechos, son de materia orgánica, gases, y polvo estelar. Decidió darles forma y se centró en uno de los sistemas solares más jóvenes de la galaxia que ahora es conocida cómo vía láctea. Allí empezó una serie de experimentos que le llevó a crear un sistema binario, compuesto, como pueden saber por dos estrellas, el sol primario y otra que es la que actualmente llaman Júpiter.

Este objeto estelar que ahora es conocido cómo uno de los planetas regentes del sistema solar en el que vivimos, tuvo un choque con uno de los mundos errantes, que vagan por el espacio sideral. Ese choque tan brutal hizo que se llevara parte del hidrógeno que formaba la joven estrella, y desestabilizara su órbita, parte del planeta en pleno crecimiento quedo atrapado en el dominio del joven sol dando paso de esta manera a las diferentes lunas o satélites que forman su entorno.

Los primigenios, decidieron que debía manifestar mi resolución, así que yo tomé parte de la energía que se renueva en el sexto cielo y la envié allí. Para que intentaran de alguna manera poner en marcha el corazón del novicio sol. Pero fue imposible, volver a hacer que explosionara cómo estrella.

Esa energía se transforma a placer, así que les otorgue un sentido de vida, se convirtieron en seres parecidos a los humanos, pero a diferencia de estos, se mueven con extrema rapidez y carecen de ojos, boca y nariz. Respiran por un orificio en el cuello. No poseen más órganos internos que el sistema respiratorio y una estructura ósea hecha de metano líquido. Poseen un total de cuatro extremidades en la parte superior y seis en la inferior, de allí su extrema velocidad. Son difíciles de alcanzar por esa misma características y por ende resulta imposible que se divisen. La materia que envuelve a estas criaturas es de un gas desconocido para los humanos, así que poco puedo explicar, pero sí que puedo decir que parecido al titanio, imposible de romper y penetrar. Para aguantar la atmósfera del planeta han de ser así, extremadamente férreo.

Les prometí la tierra, les prometí que iban a ser ellos los que gobernaran el planeta, después que el experimento de los dinosaurios, llegase a su fin. Iban acabar destruyendo el ecosistema y mi discípulo no podía permitirse que destrozaran su planeta favorito. En ese momento yo estaba en plena creación de unos seres en un universo un tanto especial y mi discípulo decidió crear estos seres humanos del desecho de los antes mencionados. Los primigenios dieron su visto bueno aunque si que percibieron posibles lineas futuras de caos y destrucción, pero esos destinos se pueden dar en cualquier creación. Así que restaron importancia, y permitieron que siguiera su curso. Cuándo lancé mi visión hacia aquí ya era demasiado tarde, y los primigenios me informaron que si los humanos tomaban el camino de destrucción podíamos ceder entonces la tierra a los Júpiter Noides, que así les llamé. Los Júpiter Noides, aceptaron la orden de mi, ya que poco podían hacer, viniendo directamente de su Diosa.

Así que les envié orden de que crearan vida extra solar con óvulos y espermatozoides humanos, esporas o cualquier forma de reproducción que exista en el planeta tierra. Os doy la explicación a todos aquellos que han sido alguna vez abducidos, son ellos, estos humanoides que habitan en Júpiter. Se divierten con estas creaciones que luego depositan aquí o en otros planetas. Existen seres humanos que se sienten diferente al resto, existen seres acuáticos que no pertenecen a esta evolución, cómo también en Europa existen; una de las lunas de Júpiter; variedades de razas creadas por estos seres.

XV

Los primigenios, pienso, esa palabra ya la he escuchado antes. Ahora viene a mi mente. La he leído en uno de los últimos libros que fui a buscar en la biblioteca central. El tema me produce extrema curiosidad, fantaseo con que soy uno de ellos, pero algo dentro de mi, dice, que no es así. Que no puedo ser tan magnífico, ni tan radiante cómo se describe en el libro que habla sobre este tema. Pero aún sigo soñando despierto. Mi mente vuela, y se adentra en los confines del universo, me acerco a algún lugar dónde pueda sentir el vacío y la ingravidez del alma. El libro habla sobre el espíritu, trata el concepto cómo energía. Explica que camino toma la esencia una vez que abandona su forma de vida habitual.

No sé exactamente dónde mi alma iría. No me siento terriblemente malo cómo para ir al Primer Infierno pero tampoco creo que soy suficientemente bueno para alcanzar el Nirvana, lugar dónde sólo habita un ser y ese es la Diosa del Multiverso. Me imagino a la Diosa en su habita, rodeada de sus paisajes que cambia a voluntad. Con esos colores que se mezclan con la tonalidad de los matices más coloridos y el sonido musical de las notas emergentes del mismo espacio tiempo. Ejecutando así el siguiente paso a la evolución en la cadena energética de la vida.

Admiro mucho a la escritora del libro, me gusta su estilo. En la complejidad de sus palabras se encuentra la sencillez y en el sentido que expresa produce en mi una serie de impulsos que me hacen subir y bajar en una escalera de emociones. No sé hasta que punto será cierto lo que dice pero habla con tanta vehemencia que sus palabras se convierten en realidad ante mi. Me gustaría que uno de los seres que por ahí habitan viniese a mi y me entregara sabiduría. Me gustaría poder volar a los confines o tan siquiera acceder a una parte de esta inmensidad de planos y dimensiones que conforman el todo y la multiplicidad del espacio que ha sido creado para coexistir en el mismo punto y a la vez en los extremos más distantes.

Alzo la mirada y observo el sol en lo alto, cerca del pico nevado que se ve ante mi, blanco y brillante con un matiz elemental y casi se puede observar las partículas de nieve, el color se vuelve intenso cada vez más con los rayos del astro rey.

Creo que de repente no existo, pienso que no vivo en esta dimensión, hago que mi esencia intente imaginarme el mundo sin un paisaje explicito. Los macros del universos se me hacen pequeños, deseo una sensación que no se si existe o sólo está en mi subconsciente. Me vuelvo loco al imaginarme en la profundidad del océano espacio temporal del gran telar que componen las líneas universales que separan el cosmo.

Sigo caminando colina arriba, y pronto diviso el hostal dónde estoy hospedado. He venido a pasar unos días en este pequeño pueblo de montaña por la diversidad de cultura que existe en él. La gente del pueblo suele contar muchas historias de abducciones y encuentros del tercer tipo. También esta lleno de historias fantasiosas dónde premura las almas errantes y el sin fin de leyendas populares que son de dominio público.

Me encanta particularmente la historia de una viejecita que vive en medio de la colina. La señora cuenta cómo en el patio de su casa pudo divisar un pequeño objeto volador que se posaba en la copa del gran árbol que baña de sombra la pintoresca morada.

Aunque no soy periodista y ni siquiera me he decantado por estudiar esa profesión, voy a ir a hacerle una entrevista. Llevaré la grabadora que siempre cargo y me haré pasar por un corresponsal para que esta manera pueda explicarme sin tapujos lo que allí sucede.

Llego al hotel, subo a mi modesta habitación. Me lanzo en la cama, y saco la prensa del día, del bolso texano que llevo y que me regalo mi mamá. Hace un tiempo que ya no vivo con ella, pero me encanta ir a verla y sentir su cariño, es la única mujer en el mundo que sabe entenderme y darme el sentimiento que anhelo y necesito. Dentro en la sección de noticias paranormales, leo una que me deja totalmente enmudecido. En una de las ciudades más importantes del país ha caído sin preaviso una piedra que es conocida por los pueblerinos cómo centella, pero en realidad es el trozo desprendido de un asteroide. Entonces me siento en la cama y ya no sé que me atrae más si ir de inmediato a la casa de la viejecita, o largarme para ir a ver el agujero que ha dejado el objeto espacial. Decido que ya que estoy aquí y aún me falta un día para regresar, mejor me voy a ver a la abuela. ¿Abuela?. Sólo es una frase hecha.

La puerta de la casa se abrió, y dejo ver a una ancianita vestida con un vestido azul y rayas blancas. De pronto creí ver ante mi a un marinerito. Me reí para mis adentros y salude a la adorable señora con uno de mi más cortés gesto. Me presenté cómo un columnista y la señora enseguida salió a recibirme. Me llevó al árbol y me enseño el lugar exacto del avistamiento. Posteriormente después, esa tarde estuvimos charlando sobre los cuentos y leyendas populares mientras hacíamos un té, en el jardín, bajo el árbol dónde diviso el ente o objeto paranormal. No sé porqué pero sentí una sensación que sólo había experimentado hasta ahora con mi mamá.

XVI

Me despierto, reviso la hora en mi móvil, son las cinco y media de la madrugada. Han tocado al timbre, no sé quién puede ser a estas horas. A lo lejos se escucha la turbina de un avión y el comienzo de la ciudad al despertarse. Me levanto aún un poco somnoliento. Me dirijo directamente a la cocina y enciendo la cafetera. A los pocos minutos el brebaje negro, empieza a entrar en el proceso de ebullición. El olor se introduce por mis fosas nasales y lo aspiro, cómo en una serie de dibujos animados, de esas antiguas que suelen poner en el canal clásico. Abro las persianas con el mando electrónico y aprecio entre los estertores del amanecer el complejo de edificios, con la extraña figura geométrica en la cúpula, que lleva construido hace unos cuántos años. Siempre me ha producido una cierta inquietud, esa construcción, y me resulta extraño porque la ciudad se mueve entre esos rascacielos y esas cantidades de edificaciones verticales y altas que emergen de alguna forma de la mente y tierra de aquellos que han decidido llevarlas a cabo.
En el proceso de edificación del complejo, hubo una serie de incidentes que se resolvieron con prontitud pero que acapararon las primeras planas en los periódicos nacionales e internacionales. El día en que aquél meteorito entro en la superficie terrestre, se produjo un removimiento de tierra en la parte que ahora es el museo de arte, dónde se exponen diversas pinturas al oleo, de diferentes artistas contemporáneos y de la época anterior, posterior y reciente. No sólo exponen pinturas, también existe exposiciones breves de esculturas y cuándo hay una inauguración se ejecuta algún que otro performance.
En alguna ocasión me he dejado caer, sobre todo para intentar conocer a la empresaria-escritora, que se dedico a realizar todo el proyecto con otros, que mueven los negocios en la ciudad y en el mundo en general. Nunca he podido coincidir con ella pero me gustaría conocerla y tratar. Se dice de ella que es una maniática, histérica y con muy mal carácter, pero no es algo que me preocupe en demasía porque los rumores nunca llegan a ser del todo atinados. Empieza a amanecer y puedo percibir los primeros rayos del sol que van tiñendo de blanco el cielo de esa día despejado y claro.

El sol marca en su trayectoria hacia lo alto, un semi arco que emerge entre las torres y se desplaza marcando una especie de camino hacia algún lugar recóndito en el espacio sideral. Resulta extremadamente curioso el ritmo que marca, pero creer que lo hayan edificado de esa manera, me parece sacado de una historia extraordinaria de algún cuento antiguo, cómo en la civilización egipcia o alguna que otra, que ahora no mencionaré. Lo cierto es que la sensación que emana me llega cómo si fuese algo por el cuál ya estoy acostumbrado. Enciendo el ordenador y reviso mis correos y toda ese sin fin de páginas sociales, blogs, redes y demás.

Recientemente ha salido otra forma de contactar con los demás, mediante una serie de canales que al agregar un conocido estás agregando a todos los demás que tienen en la sección de amigos. Lo que facilita entrar en contacto con otros sin ser tan abrupto ya que al conocer a uno en común es más confiable.

En el apartado de añadir a más amigos, tengo una solicitud de una chica a la que conocí hace unos días. La agrego porque me gusta y me apetecería conocerla mejor. Empiezo a fisgonear en la lista de amigos que me he agregado junto a ella, y me llevo una sorpresa bastante agradable. Conoce a uno de los empresarios que se han dedicado levantar el complejo. Me parece grato porque generalmente dedico bastante tiempo en pensar sobre la construcción, y cada mañana está ahí ante mi cómo si de alguna forma me hablase sin hacerlo. Después de meditar, pienso que es una tontería lo que he pensado. Así que cierro todas las pestañas del navegador, que va por una versión muy avanzada, y me concentro en la rutina del día.

Abro el programa de escribir partituras y me dedico a embeberme en las notas musicales que me se remueven en mi interior y salen al exterior de manera sutil y armoniosa.

Estoy bastante entusiasmado, porque la pieza que estoy realizando me está emergiendo de forma ligera y sin inconvenientes. El trabajo que estoy realizando ahora es privado, no ha sido por encargo ni nada por el estilo. Me ha salido desde el alma y quiero plasmarlo por diversión. Siempre he realizado esta profesión por gusto, y quizás por eso me sale tan bien. Diría que soy uno de los compositores más destacados y cotizados del mundo. De hecho en la revista Onda Light, me han dedicado la sección de música y he aparecido en varias ocasiones cómo Galardonado en varias instituciones de composición, escritura y creación de melodías. Mi especialidad es la música clásica, pero puedo realizar cualquier tipo de música.

Recuerdo la vez en que me encargaron aquella tonalidad de pop house, pensé en ese momento, que no iba a resultar tan entretenido, nuevamente me sentí realizado porque sin duda alguna fue un gran éxito.

Mi vertiente siempre será la música clásica y es lo que ahora compongo.

Las notas salen de prisa y con rapidez, creo que mis manos no me alcanzan para realizar todo el soneto pero aún así continúo sin demora.


____Sol__________________________
_____Corchea__________Fusa_______
_________Semi Corchea____________
_________________________Sol_____
________________________________


Estas son las primeras notas, representan una mezcla de música clásica con una vertiente moderna que me invita a seguir y sin darme cuenta el reloj marca las tres de la tarde. Decido tomar un descanso. Voy a la cocina a prepararme el lunch, en mi refrigerador pocos alimentos encuentro que me abra el apetito, así que decido ir a la calle.

**********

En mi Ford Montero, busco con la mirada algún restaurante que me invite a entrar. Pongo la emisora que escucho con frecuencia, y aparece el anuncio del restaurante que se encuentra en el complejo de edificios. A pesar de ir al museo del lugar, nunca he tenido el placer de comer allí.

Pongo rumbo al complejo.


XVII

Mi idilio, con ella, desde que empezó ha sido impetuoso, violento, apasionado y frio. El, su marido, pareciera que estuviese de acuerdo de alguna manera, aunque nunca se lo hemos contado. Pero mis besos efusivos hacia ella, han sido de forma pública y espontánea. Tengo que confesar que su marido tiene un atractivo que invita a cualquier hombre por muy heterosexual que sea, al deseo. Aunque no creo que pueda acercarme tanto a otro hombre. Ni siquiera se me ha pasado por la mente, mantener una relación sea sexual o sentimental con alguien del mismo género. Soy heterosexual y no he tenido curiosidad al respecto, pero cuándo le veo, algo dentro de mi se remueve y quiero pensar que se trata de amistad, simple amistad y nada más. Sinceramente he de confesar que mis charlas con él, en el café Francés, se han vuelto continuas y muy relajantes. A pesar de mis visitas y mis citas con ella a solas, nunca me ha preguntado nada y pareciera que de alguna manera no quisiese hacerlo. No me siento mal, ni creo que este haciendo nada malo, alguna vez me ha comentado que la relación, no tuvo bueno tiempos pero ahora todo va fenomenal.

No me importa y tan siquiera me da celos. No sé porque pero me siento muy pleno y de alguna manera feliz. El es un hombre muy inteligente y amable, aunque ella me ha explicado que ambos estuvieron un poco tensos y necesitaron mantenerse alejados un pequeño tiempo.

De todas maneras no creo que esta situación, nos enturbie ni haga que nuestras relaciones se perturben, así que espero de alguna manera que se mantenga por siempre.

Recuerdo la mañana de aquél día, un amanecer del domingo, cuándo estuvimos en mi casa y me ofreció un café, la tomé allí mismo encima de su cocina, fue una sensación de plenitud inmensa que recorrió todo mi ser. Cada vez que recuerdo ese día me apetece tenerla entre mis brazos y hacerle el sexo cómo nunca en la vida he experimentado.


********

Su olor me entra por mi sentido olfativo, me embriaga esa mezcla de talco, ducha y sexo. Me imagino su miembro erecto y ya no puedo pensar en otra cosa más que en tenerlo dentro de mi. Me encanta tenerlo entre mis labios, no puedo creer que me excite de tal forma. En ocasiones me siento extraña, sabiendo que al tener un marido, le soy infiel. No sé hasta que punto esta relación un tanto apocalíptica va a llegar a un final feliz, pero lo que sé es que si alguno me dejase yo no sabría que sentido tendría mi vida. Después de realizar mi complejo, pensé que quizás había llegado al happy end del que todos hablan pero me doy cuenta de que no es así, de que a pesar de todos mis escritos y mis edificios en construcción aún no llego a ese destino que mi esencia tanto anhela. A veces fantaseo con la idea de estar juntos y en armonía, en una casa dónde yo me preocuparía sólo de atenderles y mantener la paz y el deseo a fuego vivo.


Mi café tiene un sabor amargo a pesar del azúcar que le he puesto, se enfría rápidamente, quizás por la tempestad que arrecia fuera. El frío que ha empezado a caer en los últimos años de invierno se acentúa cada vez más. No sé exactamente a que se debe, ya que la temperatura de mi espacio está equilibrada. Quizás sean mis manos ya que siempre las tengo heladas. Mis sueños cada vez son más lúcidos. Hay cosas que parecieran reales cuándo despierto, creo que alguien quiere darme información de algo pero aún no estoy del todo segura.

Me lanzo en el sofá y me quedo absorta mirando el techo. Una lluvia de asteroides cae sobre mi, llamas de destrucción se acercan, pero yo no me inmuto, para nada, me gusta imaginarme esas cosas. Veo cómo un gran asteroide se acerca a la tierra sin premura, pero va dictaminando en su recorrido el destino de este planeta. A mi mente viene la imagen del Magnate, aquél que se desmayó en la cocina de mi restaurante. En un primer momento le veo vestido tal cuál le conocí, poco a poco la imagen que tengo ante mi se va desnudando y puedo apreciar su piel blanca y morena adherida a sus músculos. El cuerpo largo y esbelto se va acercando a mi poco a poco, me excito, se podría decir que de forma exacerbada. Alargo mi mano y lo atraigo hacia mi por el cuello, le otorgo un beso apasionado e impetuoso. En nuestro entorno, solo hay meteoritos, rocas y llamas cayendo, pero a mi me da igual, me gusta la fantasía de mantener el sexo con él en medio de ese caos de destrucción y muerte. Eso hace que mi excitación se acelere y doy rienda suelta a mi imaginación. En el momento del clímax, puedo apreciar cómo su alma se desdobla y veo cómo tres esencias más empiezan a separarse. Cómo si se tratase de un desprendimiento del alma. Eso hace que vuelva en mi y me levanto un tanto inquieta.

Desde aquél día que le conocí, he mantenido una relación esporádica con él, pero sólo de amistad. Solemos quedar generalmente en mi restaurante y hablamos básicamente de cosas banales, del tiempo, de la vida en general y de todo lo demás, nunca hemos profundizado en temas del espíritu o la hecatombe universal. Él es un hombre muy arrogante y tajante, a mi me parece normal ya que al tener tanto poderío ha de ser así, eso me gusta y eso hace que de alguna manera piense con frecuencia en él.
Mi histerismo y mi autoritarismo, en algunas ocasiones, hacen que generen en él, sonrisas y alguna que otra carcajada que le permite exhibir de alguna forma esa parte de nobleza que lleva dentro. Cuándo le veo sonreír mi alma goza y me parece que toda la arrogancia que pueda tener se convierte en un acto de belleza.

Mi teléfono suena. Contesto sin mirar la llamada entrante. De inmediato reconozco la voz del periodista. Le saludo un tanto risueña, hasta creo oír que me llama mamá. Me llama para confirmar la cita que tengo con él ese día en el complejo.

***********

Intento de alguna manera que se tranquilice. Le pido que baje el arma. La Glock que lleva en la mano la sujeta con fuerza, sin inmutarse. Me apunta directamente en la sien. A pesar de la sorpresa que me he llevado no siento miedo ni angustia. Sólo quiero que me diga lo que desea. Empieza a decirme que ese edificio debe ser destruido, que todo lo que hay en él, producirá que la fuerza gravitatoria del planeta se acentúe, y no será posible de ninguna forma alejar el gran meteoro que se acerca. Me quedo pensando. Estoy sola con él en mi despacho, intento dilucidar lo que me dice.

¿Al construir este edificio, lo hizo motivada por alguna razón especial?, pienso la pregunta, mientras me doy medio giro en mi sillón. Ante mi se extiende la gran costa río oceánica. Él está con un bolígrafo y un block de notas, aunque ni siquiera sé porque lo tiene ya que toda la entrevista la estamos grabando en vídeo.

Ahora se encuentra tras de mi, me coloca un enorme cuchillo en el cuello. Yo sigo oteando el horizonte.
¿Por qué esa forma geométrica? El sigue escribiendo sin parar en ese block.

¿Y tú porque escribes sin parar si esto se esta grabando en vídeo? Niño, quiero decirle pero me callo, sólo le hago la pregunta sin la agregación.

Me gusta hacerlo, responde con una sonrisa, que me hace evocar el sentimiento maternal que aún desconozco.

¿Que te parece está construcción?Le sigo cuestiónando. De repente me convierto en la entrevistadora.

Increíble, mamá, no sé porque pero quiero decirle eso pero me mantengo al margen. No se parece en nada a ella pero aún así tengo esa sensación.
Me imagino de repente apuntándole con una Glock, y me pregunto a mi mismo porque se me pasa eso por la cabeza, intento alejarme la imagen de la mente pero ahora me veo con un enorme cuchillo puesto en su yugular.

¿Por qué te imaginas eso? Le pregunto. El se queda mudo. Ambos nos miramos unos segundos pero me parece que resulta un espacio tiempo bastante alargado.

La forma geométrica la realicé en un momento sencillo de mi vida, le respondo. Me doy cuenta de que ha acabado su té, le pregunto si desea otro. Me dice que sí, me levanto le paso una mano por el hombro y me lo llevo al restaurante.

***********

Al final de tanto hacerme pasar por periodista acabé realizando los estudios. De otra manera no podría venir hasta aquí y entrevistar a la empresaria. Quiero entablar algún tema relacionado con los primigenios, pero no sé cómo abordarla. De camino al restaurante pasamos por la grandiosa biblioteca que tiene el complejo. Entonces, veo el libro que tanto anhelo ha despertado en mi. No recordaba que era uno de los libros expuestos allí. No sé porque pero cuándo tengo a esta mujer ante mi, me desconecto un poco de la realidad que hay en mi. De inmediato, le hago la pregunta.

¿Cómo se le ocurrió esta historia tan magnifica?

No responde, se toma el tiempo. Siempre se toma un tiempo para responder, quizás me responde enseguida pero a mi siempre me parece que el tiempo se alarga entre pregunta y respuesta.

Las torres empiezan a derruirse, el asteroide, se acerca, resulta inevitable, nadie puede detenerlo, nadie excepto ella. Alza la mano al cielo, y lo detiene, no se cómo, pero lo hace. El asteroide se mantiene, las torres se yerguen nuevamente y empujan el asteroide fuera de la estratosfera. En un instante estoy con ella fuera del globo terráqueo y toma mi mano. Juntos viajamos por el espacio, que sólo nos resulta un segundo y llegamos a Júpiter, hace que se lleve por delante una de las lunas más insignificante y con la colisión explota haciendo que las rocas se queden en la órbita del planeta. Al principio el desorden reina entorno a Júpiter, luego se va aplacando y quedan unos anillos más acentuados.

Del centro del planeta emerge un ser con una estructura desconocida y me señala. Le transmite a la Diosa, que si bien, no pueden tener la tierra, quieren al hijo. En un momento no entiendo a que hijo se refieren y entonces me doy cuenta de que soy yo. Ella duda, pero al final acepta.

No quiero ir, me sale de forma espontanea. La empresaria me pregunta si ya no deseo el té.

Me excuso, le ruego que me disculpe, le digo que tengo una cita a esa hora y se me ha olvidado. Salgo de prisa de la endemoniada torres de edificio.

XVIII

Ese día la desperté temprano, eran las seis y media de la mañana, ella se levantó y cómo siempre ni me miro. No se daba cuenta de mi presencia, había hecho un montón de cosas para que advirtiera mi existencia y no lo hacía. Le desordenaba las cosas, dejaba partes de mi ser en todos los lugares y ni las miraba. Un poco cansado por los esfuerzos que hacía, esa mañana me quede sentado en su cama, mirando cómo empezaba el día. Se quita la sábana, va al baño, se enjuaga la cara, se coloca la crema de siempre, esa que es tan radiante y elegante, cómo ella, la Diosa ferviente, se limpia los dientes, va a la cocina, se prepara un café, vuelve al salón, enciende el ordenador, empieza a escribir y otea por el derredor. Mira por las ventanas. Se lanza al sofá y empieza a fantasear, con historias fantásticas y a veces con un poco de amor, pero jamás se ama, nunca lo hace.

En ocasiones creo que hasta de alguna manera lo hace por respeto a mi. Pero es casi imposible porque no me percibe, de vez en cuándo se levanta y va hacia mi y hasta creo que me dice algo, pero sólo es mi imaginación. En este plano también imaginamos y creamos. Hacemos casi todo lo que tiene que ver con la mente y nada con lo que tiene que ver con el cuerpo.

Llevo días con la idea en mi cabeza de dejarla, de irme ya, a otro lugar, pero no sé porque creo que aún debo seguir aquí.

No me gusta pensar en el día que abandoné mi cuerpo, pero en este pequeño escrito que tengo para mi, contaré algo. Era de noche y salí a dar un paseo por el centro de la ciudad. Todo paso deprisa, apenas me dí cuenta. Sólo sentí el choque frontal contra mi cuerpo. Nada más, así sucedió.

Lo que vino después fue bastante rápido. En un momento la tuve ante mi y pensé que me enviaría a uno de esos lugares que relata en uno de sus libros, pero no fue así. Subí al nirvana y volví tan etéreo que apenas supe lo que sucedió. La volví a tener delante pero está vez ya me encontraba en su casa.

¿Aún estás aquí? Me pregunto. Esta hablando sola pensé, siempre lo hace.

Me miro, y con la mirada me interrogó, ¿Qué haces aquí? Yo no supe que decir, así que me levanté un tanto inquieto. No te vayas dijo. No me lo podía creer, esta hablando conmigo por fin, suspiré.

Mire en su entorno y me di cuenta que se había pasado con el bote de pastillas.

¿Que haces? Le pregunté, no querrás venir aquí, le desafié.

Porque no, contestó ella, con los ojos entornados, y luego soltó una carcajada. De ninguna manera quiero pasar a ese lado, que tan bien conozco. Me siento de momento bien aquí, de todas formas yo no iría allí, me iría directamente al Nirvana que es dónde resido. Me quedan un sinfín de cosas por hacer en esta realidad.

Sí ya veo, lancé mi vista hacia los planos. Anoche estuviste hasta muy tarde con esa figura geométrica.

No dijo nada, se limitó a otear el amanecer.

Dijo unas palabras que no entendí y luego la nada apareció ante mi.
**********

Quiero despertarme, despiertame, grito. Me levanto un poco sudoroso, retiro esa sábana que no reconozco de encima de mi. Siento cómo la sangre me hierve, el corazón me late, la piel me quema.

La habitación empieza a darme vueltas, apenas puedo echar el vómito al lado de la cama.

La puerta se abre, entra una señora mayor, con cara de angustia, me llama hijo y me pregunta que tal estoy. Lleva en la mano una taza. El vapor sale humeante, el olor me revuelve las tripas. Vuelvo a vomitar.

Ay hijo, dice ella, esta fiebre no se te pasa, vamos al médico, continúa.

Apenas me sale un no quiero ir. No reconozco el idioma, aunque si que la entiendo. ¿En qué lengua estoy hablando? Parece una mezcla de latín con castellano.

Viene a darme de beber y yo le la lanzo, brusco, la taza. Ella suspira. Hijo, está muy raro, desde que enfermaste haces cosas que no son las normales. Nunca habías hecho algo así. Sale de la habitación y dictamina autoritaria, hoy irás al médico.

Me quedo un rato en la cama, aprovecho para observar mi entorno. La habitación es pequeña, sencilla y llena de objetos. Armario, skies, patines, tabla de surf, y hasta un bate de béisbol. El sudor me recorre la cara, apenas me deja ver. Aún no sé que cojones está pasando. Ni tampoco sé porque tengo este vocabulario. Me levanto de un salto, de repente tengo mucha energía. Salgo de la habitación, allí viene la señora, con productos de limpieza para limpiar todo el desastre que he hecho. De repente me siento mal e intento ayudarla. Ella me esquiva dulce y amorosa. Ya lo hago yo, hijo, dice y se adentra en el cuarto.

Busco el baño, no sé dónde está, pero enseguida doy con la puerta. No puedo creer lo que ven mis ojos, un hombre adulto de unos treinta años aparece ante mi en la imagen del espejo.

Aunque al principio me resulta impactante, luego me doy cuenta de que soy realmente atractivo. De repente me reconozco y entonces me viene a la mente una serie de imágenes que me cuentan lo que ha pasado.

Tengo que encontrarla, grito. Hijo ¿estás bien?, se escucha la voz de mi madre fuera. Sí mamá, contesto. Entro en la ducha, abro el grifo, me quito toda esa sensación de estar dentro del ser, de estar dentro de la carne, de estar dentro de la sangre, de estar nuevamente residiendo en la materia orgánica, de estar vivo. Siento cómo el ADN que mueve este humano, se remueve, y de alguna manera me da un tanto de asco. Intento no vomitar pero resulta inevitable. Vomito en el inodoro. Respiro y vuelvo a ducharme. Por mucha agua que me recorre el cuerpo aún siento la sangre hirviendo. Así que decido salir y continúo con la higiene. Crema dental, se me escapa, he apretado mucho, aún no controlo del todo, espuma de afeitar se cae por todas partes. Observo la afeitadora, con esto tengo que tener cuidado, pienso. Lo hago bastante bien, a pesar de que es mi primera vez. Apenas me he cortado un poco. Será de todas las veces que he visto a mi padre. Mi padre, me pregunto, que tal estará, desde mi partida, no sé cómo quedo mi familia, ya que siempre he estado al lado de la Diosa. Intento no distraerme y me concentro, debo encontrarla.

Salgo al pasillo, me dirijo al vestidor. Busco la ropa adecuada, sé que es invierno. Me asomo por la ventana para cerciorarme. Me sorprendo al ver a las personas con ropa de verano. Me quedo un poco atónito. Me asomo por la puerta y pregunto a mamá, que fecha es. Ella responde y yo no me lo puedo creer. Sí es la fecha que me dice, por qué, todos van con ropa tan ligera.

Intento pensar que estoy aún un tanto desconcertado. Me coloco unos vaqueros y una camisa. Quiero ir casual pero elegante. Zapatos cómodos, pero del mismo estilo.

Busco mi billetera, ni siquiera sé dónde está. La encuentro encima de la mesa de estar. La reviso, un sinfín de tarjetas y efectivo, la desbordan. Me alegra que pueda poder manejarme, ya que en este plano, resulta necesario. En mi tarjeta de identificación, veo mi nombre, mi apellido, mi nacionalidad, no me lo puedo creer, ¿dónde estoy?, empiezo a desesperarme. ¿Qué hago aquí?.

*********

Salgo a la calle. Intento tener cuidado con los coches, me resulta un tanto inquietante. No sé dónde ir, supongo que tengo un empleo al que acudir. Paso por un café, y el camarero me intercepta, me saluda por el nombre y me pregunta si ese día tomaré el desayuno. Suspiro, y pienso, que mientras ordeno mis pensamientos lo mejor será que sí. Tomo una de la sillas y me acomodo. Sigo hablando en ese idioma desconocido pero me voy acostumbrando. No dejo de pensar en la Diosa, tengo que ir dónde está, debo hacerlo. El teléfono empieza a sonar, miro la llamada entrante y me indica que es mi niña. Vuelvo a sorprenderme. Contesto. Una voz femenina y muy agradable se escucha. Me pregunta que tal me he levantado, yo le sigo la corriente y al final me dice que se acerca.

**********

Me saluda con un beso muy apasionado en los labios, yo me quedo un tanto embobado. La chica es preciosa, tiene una figura espectacular, unas manos muy elegantes y en el anular se distingue un anillo.

No sé cómo llamarla ya que no lo recuerdo y la llamada tampoco ha sido de gran ayuda. Trae consigo unas revistas y unos folletos. Empieza a hablarme de la boda, del evento, de la organización, del viaje y de todo lo que representa casarse. Yo me quedo mudo escuchándola. Sólo pido a dios que no esté embarazada, o que en su defecto ya no exista el pequeño retoño. Intento desviar el tema hacia el asunto pertinente. Suspiro, cuándo sonríe, y me dice que si no lo recuerdo ya lo hemos hablado y que el acuerdo es para un futuro cercano.

Me siento más relajado y desvío mi atención hacia el viaje nupcial. Empiezo a buscar viajes hacia el país dónde reside la Diosa. Ella, se extraña por mi cambio de planes, pero no le importa. Yo le explico que podemos alargar la estadía y estar dónde en un principio habíamos planeado.

Me dice que sí, que está bien y que también le parece buena idea ir a varios países.

Le pregunto para cuándo tenemos fecha y casi me da un ictus al saber que aún falta un largo periodo.

Acabo el desayuno, un tanto nervioso, ella me pregunta si voy al trabajo y si es así me dice que me acerca. Le contesto que si y me dejo llevar.

**********

Me bajo ante un edificio alto para ser del lugar en dónde resido. Entro en el lobby y el portero me recibe. Me saluda y me lleva al ascensor, marca el número de la planta y yo sigo dejándome llevar.

Las puertas del ascensor se abren y ante mi veo a una chica que es la recepcionista. Me saluda con una sonrisa y a mi me gustaría saber dónde estoy. Ojeo el entorno y sólo veo revistas y más revistas. En todas pone el nombre, se llama Onda Light. Entonces me doy cuenta de que trabajo para ese magazine.

Camino por los pasillos. Los trabajadores van de un lado a otro. No sé cuál es mi puesto de trabajo. Sigo andando y entonces veo en una puerta mi nombre y mi categoría.

No sé que es más sorprendente, si volver a la vida o saber que dirijo toda la empresa. Entro un tanto relajado por saber que estaré a solas. Reviso el ordenador, que me resulta familiar ya que la Diosa no para de estar en él. Toda la tecnología me resulta familiar gracias a ella.

Quiero ir al país dónde reside, empiezo a buscar viajes, encuentro uno para ese mismo día. Lo reservo, me voy.

**********

Desde el día de mi vuelta, no he podido partir. No he podido ir, me he enterado de que la construcción se ha realizado con éxito. Ella sigue allí y yo aún no he podido verla. Ni redes, ni tecnología, ni nada, nada de eso tiene. No tengo forma de contactar. Al final mi boda se ha ido aplazando, y tampoco he podido aprovechar el viaje nupcial para tal fin. Digamos que me he acomodado en mi vida, pero esta vida es la vida que me otorgó ella. Y sin ella ya no quiero vivir.

XIX

Me llevo la cuchara con el líquido humeante a la boca y cae una gota insignificante en el plato. Suspiro. Dejo la cuchara dónde esta. Miro mi entorno y me cercioro de que nadie lo ha visto. Todos en mi alrededor, erguidos y con el dedo índice levantado, se llevan la cuchara a los labios, tomando sin beber. De repente me parece absurdo. Quiero levantarme de la mesa, pero el protocolo no lo permite. Debo quedarme hasta el momento de retirarnos al salón de fumar. Y aún faltan unos tres platos más. De repente se me quita el apetito.

Me quedo pensativo y evoco la sencillez de la vida normal de alguien que ni siquiera conozco y que probablemente no exista. Alzo ligeramente la mirada y la enorme lámpara de cristal que pende del techo parece que se me viene encima.

La mujer que tengo al lado, tan estirada que parece que se va a romper, me interrumpe los pensamientos con una pregunta banal y sin sentido. Estoy aburrido. Debería ser feliz pero no lo soy, debería saltar de alegría, pero no lo hago, tampoco es que se me permita hacer tal cosa. Así que intento concentrarme en la conversación. La veo y todo ese maquillaje que lleva, parece una máscara, me da la sensación de que en cualquier momento se va resquebrajar y va empezar a caer a trozos encima del plato. Luego me imagino que quiere salir corriendo de su rostro. Intento no reírme pero lo hago. Gracias a la divinidad que me ha dicho algo gracioso. Ella suelta una risita, contenida, paralizada. Apenas me doy cuenta del cambio de plato. Tal cuál me traen el bendito foie gras a la armagnac, se lo llevan sin darme cuenta. Dejo de escucharla, mientras me colocan ante mi el siguiente plato. Solomillo de Kobe, a la créme Monsieur, me dice el garçon, ataviado con un frac y un fajín tan escandalosamente rojo que yo no sé si es hasta adecuado. Ni siquiera me había fijado en él.

Me concentro en la carne, me gusta, se ve apetecible, es una de las carnes más exquisitas que he probado en mi vida. La salsa esta hecha con una mezcla de arándanos, frutos del bosque y un toque de jerez. Se deshace en mi paladar y siento cómo si tocase el Nirvana del que habla la famosa escritora actual, en su libro Siete Infierno, Siete Cielos.

Empiezo a degustar el plato y de repente veo que he bajado un poco el tórax. Tengo los labios muy cerca de la mesa, pero automáticamente recobro la compostura. Vuelvo agradecer a ese dios del que todo el mundo habla por pasar desapercibido. La conversación se centra siempre en cosas banales, ya que el bendito protocolo exige que se hable de cosas agradables en la mesa. Quiero dejar el trocito correspondiente en el plato pero me resulta casi imposible. Hago un esfuerzo y por fin suelto los cubiertos.

Miro a ambos lados y empiezo a sentir calor, tanto, que creo que me voy a desmayar. Empiezo a beber vino de forma resuelta. Cada vez que mi copa se vacía, el garçon vuelve a rellenarla. Y yo sigo bebiendo. Acabo por tomarme una botella entera y aún sigo con deseos de seguir con la bebida.

Por fin se acaba la velada y por fin me retiro al salón de habanos. Me encuentro con la agradable sorpresa de ver a uno de los empresarios que ha construido un complejo de edificios y torres con una figura geométrica en la cúpula. Fue noticia a nivel mundial, ya que impactó el desafío de la enorme figura y su extraña forma.

Hacen presentaciones y yo me encuentro ante el y de pronto todo me resulta diferente. Su elegancia y determinación me hace sentir por vez primera, desde que comenzó la cena, un tanto relajado. Me acomodo en uno de los sillones y él tan elegante me ofrece fuego. Yo me inclino y me quedo absorto en su mirada verde y alicaída. El sonido del Zippo al cerrarse, hace que me apoye en el sillón. Observo el humo evaporarse y el murmullo de las voces entran por mis sentidos auditivos. Entonces entre el vino y el sabor del habano me embriago hasta llegar al subconsciente.

A lo lejos diviso una nave, parece un OVNI, no me lo puedo creer. No es cierto, intento concentrarme en mi lectura. Las cortinas empiezan a moverse, me parece increíble. Me levanto del sillón y me acerco a los ventanales. Compruebo las cerraduras y me doy cuenta de que están cerradas a cal y canto. Pero aún así las cortinas siguen moviéndose en una danza vertical y ondeante. Busco con la mirada, en la estancia del salón sur de mi castillo, de dónde proviene la corriente de aire. Me doy cuenta de que todas las puertas y ventanas están cerradas. No entiendo muy bien a que se debe ese bailoteo de viento y cortinas. Me acerco a la ventana y sigo mirando fuera. El objeto que antes divisé se ve más nítido. Se desprende un fogonazo de luz y de pronto me veo en un lugar dónde unas extrañas criaturas me dicen que todo irá bien.

¿Qué tal el habano? Me pregunta mi interlocutor. Él, el empresario, me mira sonriente.

No sé que ha pasado pero yo me relajo y empiezo a mantener una charla fascinante de platillos volantes, seres de otros planetas y una series de sucesos que hasta ahora nunca había hablado con nadie. Entre la conversación, aparece el libro antes mencionado, y me entero de que él, es el esposo de ella. Algo sabía pero cómo la escritora apenas sale a la luz, no es vox popúli sus relaciones ni tan siquiera su rostro. Le comento que no conozco su imagen y él, me muestra una foto con su cara. Me quedo sorprendido por la belleza y la graciosidad que desprende. Nunca imaginé que una mujer con esos pensamientos que denotan inteligencia en su estado más puro, fuese tan preciosa y elegante.

Me quedo viendo la foto y de repente pareciera que me sonríe. Un tanto sorprendido, le devuelvo el móvil a él. Sigo absorto en lo que he pensado y en la foto de la escritora.

Lo siguiente que hago es pedirle que me lleve a la construcción, él sonríe y aspira su habano.

Yo hago lo propio.

XX

En un tiempo, en dónde todo era todo,
Y el mundo se revolvió,
Yo sentí el odio, que tanto me embriagó,
Cuándo uno de mis discípulos creó,
Este montón de estiércol y basura fecal
Que es la esfera más mortal
Que cualquier ser inteligente quiere evitar,
Sentí el deseo de acabar con tellus
Y sus habitantes del más allá y
Es por eso que no dilataré más,
Esta agonía que merecen estos seres de melancolía,
Así que el asteroide con nombre apocalíptico
Que se acerca sin cesar,
Acabará con este planeta que tanto asco me da.
Me gusta hacer poemas
Que quizás no lleguen a rimar
Pero algo en mi mente me ha hecho reaccionar

Pienso en ese asteroide que viene a la tierra
Y quiero que de alguna manera se desplace
a la órbita del planeta
que en un principio fue estrella y que ahora
es una masa de gas
y en el vive estructuras molecular que nada tienen que envidiar
de estos seres humanos de los cuáles haré papilla universal.
Yo soy la diosa celestial, soy la diosa omnipotente,
A mi nadie me puede mancillar,
ni el ángel, ni los primigenios,
ni ningún ser de este mundo ni del más allá.


Me viene este poema a la mente y entonces me doy cuenta de que tengo que matarlos a todos, incluidos a los primigenios, al ángel y a todos los implicados. Así que me armo de valor y les cito en el complejo de edificios.

Me voy pronto en la mañana de aquél día fresco y nevado al complejo de edificios. Coloco una bomba hecha de TNT y diferentes materiales, les pido que me esperen en la planta superior. Y vuelo el edificio por los aires. Ahora sólo me queda buscar al resto y seguir con mis planes de acercar el asteroide hasta la tierra. Ya no hay nada que me impida acabar con esta raza de estiércol.

Me comunico a través de mi mente con los Júpiter Noides, y les digo que la tierra será para ellos, cómo habíamos quedado en un principio. Destruyo todo, hago que el planeta explote, me regocijo de ver sufrir a los humanos, me rio sin parar viendo cómo extiende las manos al cielo pidiendo piedad, y me digo a mi misma, ahora, ahora, queréis piedad. Ahora que estáis sufriendo, ahora si que venís a mi.

Pues no, no tendré piedad para ninguno de los insectos que viven en este planeta, quizás existan razas de seres que no lo merezcan, pero ya da igual.

Vuelvo al Nirvana, entro nuevamente a la luz. El ángel se retuerce furioso, no lo dejo salir. Los primigenios intenta venir a mi, no les dejo entrar. Otros más que he citado en este apartado gritan pidiendo otra oportunidad, yo no se los permito. Me voy al espacio subyacente y cojo al discípulo que ha creado esa esfera de estiércol y le empiezo infringir dolor, mucho dolor, se retuerce, no lo escucho, no siento nada. Le transmito que gracias a su mala gestión yo he perdido mucho tiempo en ese lugar, no puede hacer que la Diosa de Multiverso, este perdiendo tiempo en nimiedades cómo los humanos y toda esas heces fecales. Le sigo infringiendo dolor hasta que ya no puedo más, aunque si, si que puedo, soy la Diosa del Multiverso, ¿recordáis? Escucho al ángel y con sólo pensarlo lo traigo al lugar dónde estoy castigando a ese miserable. Le empiezo a retorcer la energía que le dí, le comunico que tenía que sacarme de allí, pero obviamente que puedo esperar de un ser que se corrompió hasta más no poder en el maldito infierno de Luzbel. No puedo esperar más que podredumbre igual que los otros, su olor humano me llega y entonces empiezo a hacer que su energía se desprenda, lo hago añicos una y otra vez. Le extermino, le devuelvo a la vida y así estoy con ambos en una eterna agonía. Los primigenios emiten energía, no les escucho, paso de ellos. Estoy divirtiéndome a gusto con estas malas energías. No pueden pasar a mi Nirvana de luz, ellos no, otros tampoco, nadie excepto yo, puede entrar. Miro como intenta salir a través de la parte inferior, y recuerdo aquél momento cuándo eran espacio, tiempo, energía, materia e irrealidad. Pero yo no siento nada, nada siento, no puedo llorar porque soy luz y esos sentimientos son solo humanos. Dejo a la lacra que he creado, en un dolor eterno y me dirijo a hacer lo propio con los primigenios. Hago que se retuerzan tanto que hasta creo otro big bang, de el saco toda la energía que hay y la esparzo por un espacio de tiempo, nuevo que acabo de crear.

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La estructura molecular que divise cuándo estaba con ella, me lleva hasta su base en el centro de Júpiter y me transmite que me acomode en una plataforma revestida por un cristal. Aunque confuso en un primer momento, puedo observar a través de los cristales el ambiente tormentoso de Júpiter. La atmósfera naranja e impetuosa, se revuelve violenta. De vez en cuándo algo golpea el cristal, trozos de roca y algún que otro elemento. El material del que está hecho el cristal resulta irrompible, pero tiene una curiosa característica, ondula con cada impacto. El Júpiter Noides, que me ha llevado hasta ahí, me señala una series de cilindros del mismo material, que se encuentran alineados en la sala dónde estoy. Me acerco a uno de los cilindro y una pequeña puerta que aparece sin ser vista, se abre, entro en él. El Júpiter Noides que tengo ante mi me comunica que con mi ayuda reestructuraremos a Tellus. Me quedo en un primer momento enmudecido, la puerta se cierra y se une con el cilindro. Una vez dentro, compruebo que ya no puedo emerger de la estructura de cristal. A mi mente viene el suceso catastrófico de lo que ha pasado, veo a mamá desatada preparando la bomba, colocando los explosivos en las bases pilares y haciendo que todo vuele por los aires. Observo cómo emerge ciertas fuerzas energéticas del espacio en colisión junto con el asteroide que arrasa el resto. Las veo traspasar el espacio-tiempo, cómo si este las engullese, y percibo que es ella, los primigenios, el ángel y otras tantas más. Intento salir del cilindro y me resulta imposible. Le anuncio al Júpiter Noides que me deje salir, que lo que está pasando, no debe ser. Él, se limita a ir de un lado para otro con esa rapidez que le caracteriza mientras prepara unos instrumentales. No sé cómo lo hago pero empiezo a desdoblarme, el Júpiter Noides, acelera el proceso de preparación. Siento que mi cabeza va estallar, pero no siento dolor, sólo siento deseos de emerger del cilindro. Vuelvo a entrar en mi y entonces de un palmetazo enérgico y sin violencia, hago que la puerta del cilindro vuele por los aires.
Salgo de allí y hago lo propio con el cristal irrompible. Fuera la tormenta es cruenta, pero yo camino decidido por la superficie Jupiteriana. La estructura molecular, me observa y me deja hacer, siento sus pensamientos y sé que ambos sabíamos que no era el momento. No sale a detenerme, simplemente se queda observando mis movimientos. Avanzo por la corteza, escucho el estruendo de un volcán en erupción, veo cómo la lava sale desbocada por el cráter, pero no me detengo. Continúo, busco con la mirada a ambos lados y entonces pienso en Tellus, en mamá, en los primigenios y en el ángel.

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Mis oídos humanos se estremecen con el estruendo nuclear del nuevo big bang. Entonces, estoy en casa preparando mi bomba casera. Veo el TNT ante mi y decido que es mejor no hacerlo aún.

Suspiro, decido prepararme un café, no sé porque pero aunque tengo la sensación de que no lo he hecho, siento que algo ha cambiado. El móvil empieza a sonar. Lo reviso, me están llamando todos a la vez, el periodista, el magnate, el empresario gastronómico, el director de arte y él, mi marido.

Intento contestar la llamada de mi marido, pero no sé cómo, contesto todas a la vez. Empiezan a salir sus voces al unísono: ¿Qué has hecho?, no sé que decir, ¿Qué cojones has hecho? Siguen preguntándome. Entonces me doy cuenta de que estamos en el universo que ha vuelto a nacer.

XXI

Observo la torre de edificios a través de unos binoculares. La energía concentrada de la materia, energía y antimateria en un espacio reducido de tiempo, es lo que produce el estallido conocido cómo big bang. Para crear un universo necesitas cinco elementos: espacio, tiempo, antimateria, energía y materia oscura. La energía comprimida en un espacio de tiempo reducido hace que llegue a un máximo y se produzca una rotura en el espacio, dando por consiguiente una secuencia de planos en dónde el tiempo prima cómo dimensión, por lo tanto el tiempo existirá cómo tal en cada plano o universo, siendo así cuantificado según sea la dilatación que presente el tiempo.

Por fin he podido hacer el viaje que tanto anhelaba mi alma. Por fin estoy cerca de ella, la que me devolvió a la vida, la que me dio una razón de existir. Al final no me he casado ni me ha querido acompañarme en el viaje. Pero no es algo que me importe mucho, sólo quiero saber que hace y que piensa hacer con todo ese TNT y productos explosivos que ha comprado recientemente. La he estado siguiendo desde que llegue, me he camuflado bien y pienso que a pesar de toda la seguridad que hay cerca de ella he podido burlarla y pasar desapercibido. Sé que está en el ojo de mira por varias organizaciones y entidades que han visto un continuo de sucesos que ha estado realizando. Los libros que pública, las películas, las series y todo lo demás siempre acaban siendo polémicas mundial. Sus negocios con el magnate de la zona la han puesto en el seguimiento por varias organizaciones mafiosas de todo el mundo. Muy reservada, jamás sale a luz pública, ni siquiera tiene una foto de ella en sus libros.

Aunque después de su último film, ha salido en todas las revistas del mundo y es ya famosa a nivel mundial. La torres de edificios se ha convertido en uno de los puntos más turísticos de la zona convirtiéndose así en emblema de la ciudad.

Ahora que estoy tan cerca de ella no sé que camino tomar, no sé si presentarme directamente en sus oficinas o en todo caso hacerme el encontradizo. La cuestión es que verla comprando todos esos materiales explosivos, me resulta inquietante pero aún así más inquietante es el hecho de que me ha devuelto a la vida.

La diviso subiéndose en el coche dónde el conductor que debe ser el chófer le abre la puerta diligente y ella entra con un desparpajo impropio en una mujer. La recordaba más dulce pero a la vista está que se ha hecho una mujer de fuego. O sólo era mi perspectiva desde el más allá.

He leído todas sus obras, para poder entrar en su psiqui y así saber un poco más de lo que ya sé. Cuándo la solía visitar o mejor dicho cuándo vivía con ella, podía percibir ciertas cosas pero no todo lo que le pasaba por su mente.

Sigo observando la torre de edificios y entonces ante mis ojos explota en millones de pedazos. Veo cómo Júpiter dibuja un arco en el cielo y expulsa una energía. El planeta golpea el firmamento cómo si se tratase de un boomerang. Acto seguido, la torre sigue ante mi, cómo si hubiese tenido una visión o alucinación, que es obvio que la segunda resulta imposible ya que no consumo ningún estupefaciente. Todavía resuenan en mis oídos el estallido de la explosión, pero en mi mente se escucha el eco de una detonación nuclear. Entonces ya no lo dilato más, subo a mi coche y pongo rumbo a la dirección que ella toma. En plena autopista me veo conduciendo sólo, el coche de ella ha desaparecido. Busco con la mirada y no puedo entender lo que ha pasado. Sigo por la autopista y en medio de los coches que van apareciendo poco a poco, empieza a ver una neblina, que va aumentando a medida que voy cogiendo velocidad en la carretera. El verde de las colinas va tomando más fuerza, a pesar de que la niebla se va tornando oscura y densa. Relámpago y trueno caen a la vez, haciendo que el sonido entre por mis oídos dejándome sordo y con una sensación extraña de embriaguez.
Mantengo el control de mi coche, y entonces empieza a llover con fuerza. Pongo en marcha el limpia parabrisas y aún así las gotas caen tan abruptamente sobre los cristales que no me permiten la visión. No veo más allá de un metro de distancia pero sigo conduciendo. Aminoro la marcha. La temperatura baja en picado. El termómetro marca el descenso. Pongo la calefacción.

La lluvia empieza a convertirse en granizo. Los trozos de hielo cada vez se hacen más visibles. No tengo lugar dónde aparcar ya que voy por plena autopista. El calor dentro del coche se hace más intenso. Miro por ambos lados e intento divisar un sitio para detenerme. Los demás coches se aglutinan una tras de otro, me resulta extraño porque apenas habían. Aprovecho para parar casi del todo. Una sensación de sopor se apodera de mi esencia y entonces sin darme cuenta pego una cabezada en el volante. Algo dentro de mi se mueve y no sé exactamente que es, la energía restante se escapa y se cuela a través de la rejilla de la calefacción.

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No sé que contestar. El teléfono sale despedido por los aires. Acaba estallando en mil pedazos. Un vaho espeso y blanco se coloca ante mi. Intenta apoderarse de mi ser y entonces lo cojo por lo que me parece que es el cuello y lo lanzo contra el cristal. ¿Quién eres? Pregunto desafiante. El otro responde.
¿Quién? Sigo preguntando. El dueño del cuerpo que usurpaste.

En un primer momento no sé que decir. Entonces recuerdo aquél que me solía visitar.

Quiero mi cuerpo, insiste.

No puedo dártelo, respondo. Está ocupado por otro a quién necesito para llevar a cabo los planes universales. Nada puedo hacer por ti.

La energía se evapora y se extiende por los ventanales. Se alza y se mezcla con las nubes. Agrupo las nubes hasta que se condensa todo el vapor del aire caliente que existe en la atmósfera. Las nubes se tiñen de negro intenso y empieza a desatarse una tormenta en el cielo. Los relámpagos y truenos se mezclan con la intensidad de mi mirada. Extiendo mis planos mentales de los diferentes universos que existen y las diferentes dimensiones, y busco algún ser que esté a punto de morir.

Lo veo en medio de una carretera en busca de algo para comer. Veo cómo coge una serpiente y la mata. La desuella y la ingiere. Me acerco lo más que me permite mi cuerpo humano. Observo su cuerpo, su interior, me resulta demasiado bondadoso para extraer aún su alma. Le rozo con un soplido y hago que su ser se inspire, que intente salir de su miserable vida y busque un lugar mejor.

Sigo en mis planos universales, necesito un cuerpo para este que usurpe. El sonido del teléfono fijo se adentra en mis oídos, sé que son ellos que intentan comunicarse conmigo pero ahora me es imposible atenderles, debo resolver esta situación cuánto antes.

Miro el momento justo de dos seres a punto de mantener relaciones conyugales y entonces siento cómo la tormenta astral se intensifica y sé que no quiere volver a empezar.

Me fijo en el cuerpo dónde introduje al ente que me solía visitar y me adentro en su subconsciente.

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La fila de coches empieza a aligerar la marcha, aunque el granizo sigue golpeando con fuerza el techo del vehículo. Siento cómo ella, la Diosa, mi Diosa, se apodera de mi en un instante. Intento buscarla con la mirada pero sólo ha sido su esencia, intento deslizarme hacia el arcén y entonces veo a un hombre en la lejanía, caminando por una carretera de un día muy soleado, de repente siento que debo buscarle y de laguna manera saber quien es.

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Me adentro en el subconsciente de el y entonces me fijo que trabaja para una revista muy popular en la cual he sido portada varias veces.
Veo al becario, un chico alto, corpulento y bastante amable. Me doy cuenta de que tiene un problema en la estructura osea y entonces veo que a pesar de su estado de salud, tiene una fuerza energética superior y rechaza el impulso.

Sigo en busca de un cuerpo para el nuevo huésped. Recorro el edificio y salgo a las calles de la ciudad europea, entonces me doy cuenta de algo que me resulta verídico y correcto. Me traslado al cementerio y coloco la energía en el cuerpo de un hombre algo mayor, pero preciso.

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Todo el mundo llora la muerte de Jacinto, el jardinero de la familia Amans. En su entorno el ataúd aún permanece abierto. La familia, para la que trabajó, un tanto estirada, lanza una lágrima con pudor de vez en cuándo. Los familiares del muerto lloran a moco tendido. Los hombres hablan entre ellos, la muerte de Jacinto inesperada y dolorosa ha sido un verdadero inconveniente para todos ahora que por fin le habían convencido para que contase el maldito secreto familiar. La hermana de Jacinto quejumbrosa y obstinada se mantiene al margen en una de las silla dispuestas para la ceremonia. La madre cerca del ataúd no para de llorar. En ese instante Jacinto se sienta de un salto. La esposa empieza a gritar poseída por un ataque de pánico, cae sentada en el césped. La hermana se sobresalta pero se queda petrificada en la silla. Los hombres y mujeres asombrados, no salen del estupor, a uno de los más adultos se le cae el habano. Jacinto, se palpa el cuerpo sin llegar a entender lo que está pasando. Jacinto mira su entorno. ¿Dónde estoy? Pregunta desconcertado.

Jacinto intenta observar a la mujer que se ha caído sentada en el césped y se pregunta así mismo quién es esa mujer. No siente ninguna sensación, no siente nada.

¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí en este ataúd? La mujer sentada en el césped sin poder moverse por el shock producido balbucea que es su esposa.

Jacinto se levanta del ataúd, sale de él, tambaleándose un poco por el rigor mortis del cuerpo cadavérico. Casi se rompe una pierna y un brazo con el ímpetu con que sale. Se levanta a duras penas, estira las extremidades. La conyúgue se levanta e intenta abrazar a Jacinto. Este de inmediato la observa con extrañeza. Se retira el abrazo de forma cortés, y pregunta por su madre.

La consorte se queda asombrada. La madre de Jacinto, está enterrada al lado de la tumba dónde converge el sepelio. La mujer le intenta explicar pero se queda sin palabras. Jacinto la mira de reojo. Observa su entorno. Se da cuenta de que se encuentra en un cementerio. ¿Qué ha ocurrido? Es la siguiente pregunta que sale de sus labios. Los demás acompañantes, tanto familiares cercanos cómo los Jefes de Jacinto se acercan a él. Uno de los más mayores, quién viste ropa elegante y lleva un puro en una mano, se sorprende en un primer momento. Se acerca paulatinamente a dónde está Jacinto.

Le toca el hombro, Jacinto le mira muy extrañado. El hombre, pide a calma al resto y se lo lleva de allí.

XXII

En el punto más alejado del universo YMGA9900, cerca de un objeto estelar desconocido para los humanos, se encuentra una serie de cuerpos estelares en forma semi circular que órbita alrededor de este objeto. La forma y estructura de este objeto presentan unas características muy peculiares. Una gran energía se desprende de él. Está energía la llamaremos energía A. Está compuesto por una serie de elementos parecidos al hidrógeno y el helio pero con la salvedad de que este desprende una gravedad muy leve que se contrarresta con el resto de cuerpos estelares semi circulares. Estos objetos forman una serie de formas que tiene cómo forma una estructura gravitacional que hace que se mantenga unidos.

XXIII

Estoy sola, el magnate, el Ángel y los primigenios me han abandonado, no querían que destruyese el mundo, pero aún así lo hice. Pero he vuelto a empezar y he llamado a mi corte Celestial. El Diablo, Satanás, Luzbel, Zehín y otros cuatro más en el que se encuentra el Ángel Exterminador del que haré mi discípulo. Aunque me hayan abandonado puedo exigirle de que venga y se haga mi Guardaespaldas especial.

Cada noche antes de irme a dormir besaba a mi marido y con ello reconstruía la tierra. Pero ahora ya no está se ha ido para siempre. He vuelto a nacer y en está vida me dedico a escribir, ya no siento nada, la fuerza primordial me ha abandonado. Soy sencilla sin amantes ni deseo sexual. Tengo un novio que me hace muy feliz. Me dedico a la casa mientras Él trabaja, no tengo hijos y soy una cuarentona a punto de pasar por la menopausia.

Busco el reconocimiento pero es difícil en este mundo. Amo la vida y los seres que se encuentran en ella. Tengo un perro que se llama Odin y le quiero con locura. Lo malcrio y eso me hace muy feliz.

Ya nada me incita a destruir el mundo. Al que llamaba hijo se desvaneció entre la bruma de mi mente.

Los JupiterNoides siguen habitando Júpiter pero les he dado libre albeldrio, pueden hacer lo que quieran, de momento siguen allí, experimentando y abduciendo a los Humanos.

Busco un empleo que me permita ayudar en Casa y de momento no hay suerte. Tengo una vida plena pero me falta algo, supongo que la presencia de los primigenios.

Ahora sólo queda la esperanza de revivir los recuerdos llenos de pasión, fuerza y vitalidad. Recuerdos de una vida pasada, de la vida que destruí cuándo lo mandé todo al Infierno.

Pero me siento bendecida por mi misma, ya que soy la Diosa Multiversal, poderosa y sabia.

La corte Celestial, sigue allí muda y sin palabras, hace tiempo que no les escucho. Pero sé que siguen protegiéndome de la oscuridad. La oscuridad que yo creé. Cuándo existíamos en el espacio-tiempo de aquél lugar llamado nada.

Fin.



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