El Jardín De Las Delicias

Los jardines colgantes de Babilonia relucían en su máximo esplendor. Nabucodonosor, chasqueando sus dientes, después de haber celebrado una de sus orgias de sangre, esperaba con ansias a la Diosa Multiversal.


Pronto sería ascendido de rango y sería destinado al Infierno Babilónico, un lugar más idóneo para el y sus discípulos.


En realidad estaba harto de los cristianos y de su negación ante la verdadera Diosa Ynnyen.


Creían en una sola Deidad y además no querían comerse a sus mascotas con la única proteína que había, a parte de la humana claro, lanzó una risotada por el pensamiento.


Un lacayo, le trajo la noticia, Ynnyen había llegado.


Al entrar en el palacio, la vio sentada en su trono. Suspiro por ella y por lo magnífica y radiante que se veía, allí, imperando.


Nabucodonosor se inclinó y le hizo una reverencia.


La Diosa Multiversal, pregunto a que venía tanto jaleo con los cristianos.


Nabucodonosor, le solicito permiso para mostrárselo.


La Diosa Multiversal Ynnyen, chasqueó los dedos, y en un instante trajo consigo un enorme León blanco.


Nabucodonosor, lo observó y le pregunto a la Diosa si ella se comería al León.


El León. Se echó a los pies de la Diosa, y la observo con una mirada de cariño infinito.


Interesante pregunta exclamó la Diosa, demuéstrame.


Los guardias de inmediato, encendieron las ollas con aceite hirviendo y mandarina traer Alós cristianos con sus cerdos.


Al contrario de lo que se puede llegar a pensar en estas líneas, los cerdos, estaban totalmente limpios y relucientes, incluso algunos llevaban cadenas de oro.


Los cristianos, cabizbajos, entraron tras de sus mascotas.


La Diosa Multiversal, aprecio los adornos. Chasqueó los dedos. Un rombo de diamante colgó del cuello del León.


Nabucodonosor se entusiasmó. Supo que la Diosa no se iría con rodeos.


Nabucodonosor pidió permiso para empezar.


La Diosa, asintió con la cabeza.


Nabucodonosor se dirigió a los cristianos y tomo parte del manjar a base de cerdo y otras especies, y se lo ofreció a uno de ellos.


Este se negó en rotundo.


Nabucodonosor le concedió la palabra a la Diosa quién sonriente, exclamó el discurso que todos hoy en el presente conocen, no sólo hay una Deidad, son muchas.


Los cristianos empezaron a cantar abalanzas a su única Deidad.


La Diosa, tomo aire y echo una mirada de fuego a Nabucodonosor.


Quién tuvo una errada idea que a el le pareció muy buena.


La Diosa, le observo con curiosidad.


Nabucodonosor ordenó a los guardias que callarán a los cristianos y que echarán los cerdos al aceite.


Los cristianos lloraban entre sollozos.


La Diosa, empezó Nabucodonosor, también echará a su mascota a las brasas y comeremos todos de ellos.


El León, miro fijamente a Nabucodonosor y la Diosa, rió y rió.


Muy bien, exclamó.


El León, se puso de pie y entró dentro del aceite hirviendo.


Sin mostrar dolor ni rugir, cayó al fondo.


Los cristianos horrorizados intentaron escapar, La Diosa, los extermino en un chasquear de dedos.


La sangre rápidamente bañó a Nabucodonosor que se excitó ligeramente y ríó. Todo el suelo de mármol quedó impregnado en trozos de carne.


En el banquete, la Diosa insta a Nabucodonosor a comer del León, hay hasta cierta atracción en el acto.


A la mañana siguiente la Diosa, se despide de Nabucodonosor, quién le pregunta si será posible ser el gobernante del Infierno Babilónico.


La Diosa, sonríe.


Por supuesto, luego de que estés pastando durante siete largos años como una bestia en la pradera.


Nabucodonosor, la observa.


La Diosa chasquea los dedos. El León aparece a su lado vestido con un atuendo de oro y diamantes.


Lanza un rugido, resopla.


Nabucodonosor, de pronto, no entiendes que hace allí y empieza a correr hacia la pradera.


Ynnyen observa el horizonte y se transporta a su siguiente objetivo.


Yenny Margarita García Almeida 




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