Siete Días

 Siete Días


Jacinto, hombre maduro, desempleado y noctámbulo se pasa todo el día durmiendo y toda la noche despierto. Gracias a la herencia de sus padres puede permitirse tener una vida de parásito.


Jacinto, no se cuida en absoluto, come comida basura y apenas se asea. No es que salga mucho pero una ducha diaria revive hasta un muerto.


Un Domingo, cómo cada día en su rutina habitual, se despierta a eso de las ocho de la noche y después de rascarse todo el cuerpo, se levanta y va hacia la cocina.


Abre la nevera y aprecia que no quedan alimentos.


Jacinto, coge su móvil y un flyers de comida a domicilio y se dispone a marcar el número.


El timbre de la casa le interrumpe.


Jacinto, deja el teléfono y el papel y  mira por la mirilla.


Tras la puerta, la figura de un hombre alto, elegantemente vestido con un maletín y sombrero se hace notar.


Jacinto, le resulta familiar, así que decidido abre la puerta.


El hombre le saluda cortésmente. Se presenta como abogado de un tío lejano y viene a entregarle parte de una herencia que le ha dejado tras fallecer en un accidente.


A Jacinto, se le abre los ojos de par en par. No podría tener más suerte.


Le hace pasar, le ofrece asiento al hombre a la vez que despeja el sillón de ropa sucia y desordenada.


El hombre resta importancia y acepta la invitación. Jacinto anuncia que no tiene nada que ofrecerle de beber pero puedo pedir un par de bebidas por delivery.


El hombre, amablemente niega. Esta bien así. Sólo quiere exponerle a Jacinto las pautas para cobrar el dinero heredado.


Jacinto se hace todo oídos.


El hombre, le explica que una vez pasado siete días, Jacinto debe donar la herencia anterior de los padres a una organización sin ánimo de lucro.


Jacinto, duda, no sabe cuánto será lo que va a recibir en esta ocasión.


El hombre le dice, créame Jacinto lo que tengo preparado para usted es magnánimo, así que no se preocupe. Abre unos documentos, le entrega una pluma a Jacinto y le indica dónde debe firmar.


Jacinto, piensa detenidamente. No puede tomar una decisión así sin antes no saber cuánto va recibir.


La gloria eterna, responde el hombre.


Jacinto se ríe.


Con la gloria eterna no se come.


El hombre le observa detenidamente.


Jacinto, comienza, usted lo ha tenido todo sin esfuerzo. Se puede decir que usted es un parásito. ¿Por qué no hacer algo de lo que sentirse orgulloso?


Jacinto, se ofende un poco. Medita y sonríe.


Le explica al hombre, que sí bien es cierto que vive aún de sus padres, también es cierto que nunca ha hecho daño a nadie.


Por eso Jacinto, por eso se merece la gloria eterna.


Jacinto se siente de pronto ingrávido.


El hombre le invita a que vaya a su habitación.


Jacinto, se observa a si mismo en la cama, ligeramente hinchado ya que tiene una semana fallecido.


Paro cardiaco emite el hombre que se ha convertido en parka. La guadaña sobresale a su altura.


Firme Jacinto, insiste la muerte. He venido durante siete días a verle y usted siempre me ha echado.


Es hora de que vea la verdad.


Jacinto, balbucea.


¿Cómo va a firmar, sino tiene materia?


Por eso estoy aquí finaliza la muerte.


La pluma se mueve sola. Realiza el garabato de la firma.


Una luz envuelve el lugar.


Afuera, los vecinos hablan del olor que emana el piso de Jacinto.


Llaman a urgencias.


Yenny Margarita García Almeida.

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