Sacrificio En la orilla de aquél pueblo costero, dónde la mar azota el espigón, mi espíritu vuela y vuela, y no hay manera de que se desprenda de aquél aroma a pescado frito y sal. Rubén, chico fuerte y atractivo, degusta unas exquisitas ostras en el restaurante de cinco estrellas, ubicado en el Paseo Marítimo. Se acerca la camarera y le ofrece un poco más de vino. Él, caballero, asiente y bebe un sorbo de la copa esbelta y fina que acompaña el resto de la cubertería. Termina con el manjar y con una ruda elegancia, se quita la servilleta de las piernas y la posa con suavidad en la mesa. Acto seguido, extrae un arma de fuego y apresa a la camarera. Muy bien Julia, tú y yo vamos a dar un paseo, le susurra al oído. El resto de comensales, a medida de que se van dando cuenta de la situación, empiezan a gemir y a suplicar por su vida. Julia, tranquila, le musita que se imagina quién es. Termina la frase con un ¿Eh, Rubén? De inmediato se zafa, propinándole un...