Luna de Sangre.

Luna De Sangre

Samanta y Samuel, cogidos de la mano, recorren las calles de Sitges en una idílica luna de miel. La sobre población indica, de forma fastuosa, la celebración del Festival de Cine Fantástico. Paran ante uno de los cines y observan un cartel con el título: “Luna de Sangre”. Sonríen y se acercan, sin demora, a comprar las entradas. El cine, deteriorado, expone en la taquilla el precio por pase. El taquillero, que inspira mucha más pena que gloria, ya que va vestido con un traje arrugado y deslucido, les mira con un aire de presente ausencia.

Unos cuantos gatos, se deslizan y se escabullen en medio de los asientos vacíos y raídos de la sala de cine. Samanta y Samuel, cruzan miradas de estupor mezcladas con un halo risueño. Toman asiento con cuidado de no caer en el intento.
Cuatro hombres, vestidos de los pies a la cabeza de negro, entran y se colocan de forma estratégica, simulando los cuatro puntos cardinales. El rollo empieza a aparecer en la pantalla, en la que se aprecia unas llamaradas en las esquinas. Samanta recuesta la cabeza en el hombro de Samuel.
El sonido de la respiración de un ser, le hace girar el cuello. Unos colmillos afilados cómo cuchillos, brillan en la semi oscuridad. El fuerte y terrible chillido de Samanta, se une al sound track del comienzo del film. Cómo cuál gatos, los otros tres hombres se posan de un brinco, en el bordillo de los sillones. Todos muestran la terrible dentadura. Unas escamas a modo de dinosaurios, se despliegan en sus cuerpos. La aterradora visión, hace que Samanta se levante a trompicones y corra hacia la salida. Samuel, petrificado en el asiento, le grita que se salve y pida ayuda. Los cuatro seres acorralan a Samuel. Samanta duda y busca en el entorno, algún objeto contundente para salvar al marido. Samuel le suplica que se vaya. Samanta en medio de un torrencial de lágrimas, sale al exterior.

Samanta sale del cine, horrorizada y pidiendo auxilio. Para su sorpresa, las atestadas calles, se encuentran absurdamente vacías. Samanta, sin saber que hacer, se escabulle por una estrecha callejuela. Se topa con un chiquillo que solloza sin parar. Sin dudarlo, Samanta, carga al niño en brazos. Presa de la histeria intenta calmarle, mientras busca con la mirada un lugar dónde refugiarse. En una de las ventanas se desliza una cortina. Samanta lo percibe. Se abre la puerta de la casa en cuestión y da paso a un hombre que les hace señas para que vayan allí. Samanta, con el niño sujeto, corre a la casa. Al entrar, observa a otras personas, la mayoría presenta signos faciales de estupor, aturdimiento y horror. Una mujer, se abre paso en medio de los otros. Se lanza sobre Samanta, sollozando. Le agradece por salvar al niño. Este se lanza al cuello de su madre llorando sin parar. Samanta, resta importancia al hecho y muy aturdida se dirige a un rincón. Llorando y acariciando el anillo de casada puesto en el anular, se deja caer en el suelo con la mirada perdida.

De repente, la puerta de la casa sale despedida. Las criaturas hacen acto de presencia, enseñando los afilados colmillos. Samanta se lleva las manos a la cara y se desmaya.

La oscuridad envuelve la enorme sala. Samanta abre los ojos poco a poco. De inmediato percibe que se halla atada por los tobillos y muñecas. Confusa, gira el rostro, en busca de una respuesta. En la mesa de al lado, el niño, inconsciente, le acompaña atado igual que ella. Sigue con la búsqueda visual y se topa con la silueta de un hombre alto, de dedos largos y mirada intensa, vestido con una extraña capa color violeta oscuro.
Drago, abre los labios, la saluda muy cordialmente dirigiéndose a ella como Señora, a la vez que prepara una jeringuilla de considerables dimensiones con un líquido rojo. Samanta le inquiere que se propone. Drago, sin escuchar la pregunta de Samanta, continúa con el trato cordial. Le dice que está muy orgulloso de ella, será una buena Madre para todos. Lo que hizo con el niño es propio de una matrona. No todas las mujeres son capaces de arriesgar la vida por salvar a otro. Le recuerda a la propia Madre del niño, que no tuvo reparo en abandonar a su propia prole en medio del caos. Así que han decidido que tambien trataran al niño, porqué desde luego, la Señora y Madre de todos, necesita un pupilo humano. Samanta le pregunta quién son todos y que hace allí. Drago, sigue haciendo oídos sordos a Samanta. Acaba de preparar la inyección y se le acerca con pasos cortos y calculados. Samanta se debate en la mesa. Drago, la mira fijamente a los ojos a medida que le introduce la aguja en la vena yugular. Las pupilas de Samanta se dilatan.

En esta ocasión, Samanta, despierta en una habitación. El sitio, enorme y elegante, denota mucho lujo y confort. Corre a la puerta. Cerrada a cal y canto, desiste del intento. Se acerca a la ventana y comprueba la huida.
En el descenso, cae en un balcón. Se cuela en el interior de la estancia. En busca de la salida, entreabre con sigilo una puerta. Percibe la voz de Drago, hablando con otro hombre. Samanta escucha la conversación. Drago informa que todos los habitantes están muertos y la extinción, continúa avanzando. En el rostro de Samanta, se dibuja un rictus de horror. Su cara se desencaja totalmente, cuándo Drago se dirige al hombre por el nombre de Samuel. Samanta, abre la puerta de golpe y se lanza cómo una fiera a Samuel. Este la reduce y le dice que todo tiene una explicación. Samanta se debate con tal fuerza, que le arranca con la mano una parte de la epidermis facial. Sin embargo, para Samuel resulta satisfactoria la agresividad de Samanta. Drago acompaña a Samuel igual de satisfecho. La capturan entre ambos y la encierran nuevamente en la habitación. Samanta intenta escapar, pero esta vez le resulta imposible. Se sienta en la cama y observa el alrededor. El pomo de la puerta empieza a girar. Samanta se queda expectante en la cama. La figura del niño aparece. Samanta corre hacia el niño y le abraza. Le pregunta si está bien. El niño asiente y le muestra con el índice, el largo pasillo en tinieblas. Samanta le mira fijamente. Con media sonrisa asiente. Sale al pasillo. El niño afirma con un gesto y se sienta en la cama. Samanta le mira y cierra la puerta.
Samanta camina hasta llegar a la mitad del pasillo.
Se detiene gracias a un fuerte golpe en el estómago, que le hace doblar el cuerpo. Acto seguido una bocanada de sangre se le escapa de la garganta. De la espalda, empiezan a emerger unas especies de alas en forma de membranas. Las uñas y dientes, se unen a la terrible mutación. Se alargan de prisa junto a la extensa melena roja que le crece par a par. Los dedos acompañan la metamorfosis, haciendo que el anillo se rompa en dos. Las convulsiones se apoderan de Samanta quién cae, hecha un ovillo, en el suelo. Las piernas se arquean y terminan la transformación.
Unos segundos después, las alas se repliegan y se abren.
Visiblemente repuesta, Samanta, con sonrisa diabólica, se yergue. Otea en el aire, sonríe. Coge el vuelo y viaja al extremo de la mansión. Se posa, igual a una mariposa, delante de una puerta. Pega un grito de ultratumba. La puerta se desintegra.
Samuel al otro lado de la puerta pide hablar.

Samanta, le dice que no hace falta, ella es la Madre de todos, ya lo sabe. Samuel, suplica por su vida, le dice que era la única manera de que aceptará su destino. Samanta le réplica que el sentimiento es mutuo y que sólo lo hace por su bien. Samuel lloriquea. Samanta le pide que se comporte. No quieren recordarle de esa forma. Samuel le ruega que sea breve. Samanta ríe. Empieza absorberle. Las cenizas del cuerpo de Samuel caen, a modo de lluvia, en el suelo de la habitación.

Samanta en su forma original de humano, el niño y Drago, observan el amanecer de Sitges. Drago le agradece por su vida. Samanta le mira de soslayo. El niño se acerca a Samanta, le coge de la mano y le dice: Mamá, tengo hambre. Samanta asiente con media sonrisa.
Drago, les mira. Los ojos del niño, se clavan en Drago, empiezan a oscurecerse.

Se escucha el grito desgarrador de Drago.

Samanta desvía la mirada hacia el magnífico amanecer. Los gritos de Drago se mezclan con los sonidos guturales del niño al absorberle.

Yenny García Almeida. 

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